miércoles, 29 de abril de 2020

DUC ( y XLV) Bienvenidos al caos


Photo by André Noboa on Unsplash

¡¡Bienvenidos al caos!! Según conocía las fases previstas por el gobierno para el regreso a la normalidad pensaba en un chiste que le hacía mucha gracia a mi madre y que repetía con cierta frecuencia.
Es un gobernante malo que se dirige a su pueblo. ¿Qué queréis: el caos o yo? Hartos de su pésima gestión, el pueblo sentencia: el caos, el caos, el caos. La respuesta del líder es sencilla de comprender: "Nadie será más caótico que yo, así que seguiré al frente de la nación".
Vaticinaba a Pedro Sánchez, aunque no lo sabíamos. 
Después de haber demostrado un comportamiento adulto, por lo menos hasta el pasado domingo, el gobierno sigue tratando a la población como seres infantiles. No le culpo porque no es la primera vez. Y así nos va. 
Nos ofrece el caramelo que todos queremos conocer pero, hasta la fecha, desconozco los criterios con los que se avanzará en las fases. Hoy sólo leí La Voz de Avilés y no encontré detalles. En la rueda de prensa, Pedro Sánchez decía algo tan sensato como que no se puede poner fechas porque todo puede cambiar y, al contrario que en otras naciones, no se darían fechas. Sin embargo, todo lo que salen son fechas, plazos. 
¿El único criterio válido es el descenso de contagios? ¿Basta con que desciendan un día o se marca un plazo mayor? ¿No influyen otros criterios? 
En medio de la mayor crisis sanitaria seguimos donde estábamos, con un gobierno cada vez más sobrepasado, incapaz de informar con claridad a una población que ha demostrado que es adulta y que se ha rendido.
Sí, se ha rendido. Este plan de desescalada, bajada, relajamiento o desconfinamiento me suena a dar a la gente lo que todos queremos escuchar, aunque no sea lo que debamos hacer. Yo, y no soy sanitario, aconsejo a todo el mundo que extreme las medidas de prevención.
La broma no ha terminado.
Y, mientras tanto, ¡¡¡bienvenidos al caos!!! 


martes, 28 de abril de 2020

DUC (y XLIV) No importa su nombre



En los últimos días arrecían las polémicas sobre salir o no aplaudir en los balcones. De hecho, hoy, en mi barrio periférico y solitario, hubo menos aplausos que otras veces. Incluso servidor, que siempre aparecía a las ocho tocando las narices con el silbato plateado que el Colegio de Árbitros de Ciclismo había regalado a su padre, no se acercó. Sirve como coartada que estaba ensimismado con el trabajo y la música, con la música y el trabajo. 
Existen muchos argumentos para no aplaudir: que es su trabajo, que oculta el sufrimiento; pero también sentimientos tan legítimos como el cansancio, incluso el olvido.
Pero mañana, si me acuerdo, saldré a aplaudir. 
Porque pienso en muchas personas.
Pienso en ese celador que lleva 45 días lejos de su familia, porque en ella hay personas de riesgos; viviendo en una casa que no reúne las condiciones pero, sobre todo, sin poder abrazar a sus hijas, a su esposa.
Pienso en lo que me cuentan algunos amigos sobre la incertidumbre de sus negocios; en el miedo de ir a trabajar sin mascarillas de protección, que me explica un médico; en esa persona que tiene a su hija enferma desde hace cinco días y no cómo llegó el sars-cov 2 a sus vidas, aunque ella lo ha tratado a diario.
Podría contar más historias, todas tan ciertas como estas, pero estas son suficientes para volver a salir a aplaudir mañana a los héroes, a nuestros héroes y a nosotros. 

lunes, 27 de abril de 2020

DUC ( y XLIII) El virus y la sociedad




A través del trabajo diario de miles de médicos vamos conociendo los síntomas del covid-19, sus efectos en el cuerpo, la gravedad de la enfermedad en cada persona.
Pero, ¿y en nuestro conjunto, en la sociedad? ¿Cómo nos va a cambiar? Reconozco que al principio yo me encontraba en el bando de los optimistas. La crisis iba a generar una catarsis social, todos saldríamos reforzados, más solidarios, comprometidos, humanos, valorando la vida...
¡¡¡Y una mierda!!! De eso me di cuenta y lo llegué a escribir por este diario. Nada va a cambiar.
Pero es innegable el impacto que está teniendo esta epidemia en la sociedad. Tanto tiempo aislados, tanto tiempo sin dar abrazos, limitados a viviendas más o menos especiosas, con terraza o sin ellas... Todo eso va sumando y algún cambio deberá producirse. ¿Regreso a los pueblos y comunidades más pequeñas? ¿Una nueva forma de socializarse? ¿Un cambio en la demanda de las viviendas? ¿Nuevas formas de comprar, una reorganización en los botiquines domésticos? La sociedad va a cambiar. No sé en qué dirección, no sé si será a todos o no

domingo, 26 de abril de 2020

DUC (y XLII) Y Costillina volvió a ser ciudadana




Pues sí, después de algo más de cuarenta días, Costillina volvió a ser ciudadana. Hoy salió a pasear con Costilla. Yo quedé en el nido ya que considero que debemos respetar las normas al gobierno y, que la crítica nazca desde el comportamiento responsable y cívico. No era la primera vez que salía a la calle. Me acompañó dos veces a comprar pan y una tercera a tirar la basura. Como hacía una noche agradable en vez de regresar directamente al portal, dimos la vuelta a la manzana viendo el cielo y sobrecogido por el silencio de la ciudad. De eso ya ha escrito.
La salida de los niños fue el desmadre que muchos esperábamos. En algunas zonas hubo comportamientos cívicos y en muchas no. No me extraña, como no me extrañaría que hubiese un repunte en las próximas semanas. Nos lo merecemos como nación por la falta de compromiso con la salud de todos. Esto no es una broma y, además de todo el dolor que nos vendrá, espero que surja algo hermoso de todo esto.
De ahí la canción que he puesto en la cabecera. Hoy, para variar, no hay foto.
La canción es una elegía. Bob Dylan la compuso para la banda sonora de Pat Garret y Billly The Kid. No me extrañaría que fuese el filato para intentar ser actor. Suena al final y es la despedida, el himno de dos personas que saben que van a morir. La canción trascendió a la película, que no es de lo mejor del maestro Peckinpah. El resto es historia.

sábado, 25 de abril de 2020

DUC ( y XLI) Es peor el gobierno que el virus



Photo by Mohammad Fahim on Unsplash


Soy de los que piensa que lo peor de esta epidemia es el gobierno, no el sars-Cov-2. Si asumes el discurso verdad de que ellos fueron los primeros en reaccionar, en tomar las medidas necesarias, sus malos resultados evidencian lo mal que lo han hecho. Y si vas al lado contrario, pues eso, piensas que lo han hecho mal desde el principio.
Pero si pienso que el gobierno es peor que el virus no es porque sea malo, es por la sensación que me transmiten de estar desbordados, de no controlar nada, de dejarse llevar. Pienso que está crisis se va a superar por nosotros, por nuestra capacidad de resistencia; por el esfuerzo del personal sanitario y de todo el conjunto de la sociedad. No por la gestión del gobierno.
Llevo días pensándolo pero con lo que sucederá mañana me reafirmó más en mi idea. Mañana mi hija recuperará sus derechos civiles. Pero no pienso darle las gracias a que ese gesto lo haya dictado quien se los quitó. La manera en la que podrán salir los menores a la calle se podrían haber aplicado desde el día 14, 15 o 16 de marzo y no creo que hubiese pasado nada. Admito cuestionamientos de cualquier experto, incluso de Fernando Simón. Pero sí reclamo que me explican cómo van a controlar a los menores después de haber visto el desmadre de los paseos a los perros, la insolidaridad de tanta gente.
Preocupado por el desconfinamiento, he leído diferentes artículos. Entre ellos al profesor Ignacio López Goñí, catedrático de Microbiología en la Universidad de Navarra. En un artículo sobre el confinamiento aporta una propuesta a partir de las reflexiones de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene y el American Entrerprise Institute. En el plantea tres criterios para iniciar la desescalada. Los tres deben cumplirse al mismo tiempo y son a) reducirse durante catorce días consecutivos el número de casos nuevos; b) que el sistema sanitario se recupere del colapso y pueda dar asistencia continuada y c) disponibilidad de sistemas de diagnóstico rápido para detectar casos en un momento inicial y poder aislarlos. 
Según ese planteamiento, en ese momento se podría empezar la desescalada. Como no los veo por ninguna parte, me imagino en el peor escenario en un margen de quince días. Porque, esa es otra, desconocemos los criterios que guían al gobierno. Más bien los cambios de idea, las ocurrencias o su incapacidad para recopilar los datos ejerciendo el mando único en asistencia sanitaria desde la declaración del estado de alarma.
Como ven, es más sensato temer al gobierno que al virus.

viernes, 24 de abril de 2020

DUC (y XL) La ciudad vacía



Photo by Lucian Alexe on Unsplash




Hoy se juntó la necesidad de salir de compra con el teletrabajo, así que hasta última hora no he tenido tiempo para acercarme al diario. Unas pocas líneas, que no son horas y a uno ya le cansa tantas horas delante de la pantalla.
La compra de hoy me llevó a un lugar diferente a mi supermercado habitual. Cosas de la intendencia. Me dio la oportunidad de conducir por la ciudad, por callejear de una manera que, desde el 14 de marzo, apenas he hecho. El caso es que se reprodujo la misma sensación de desolación al ver la ciudad vacía. Hay gente por las calles, es verdad, menos de la habitual y más de la necesaria. Pero tantos comercios cerrados, bares apagados, personas con mascarillas... Falta luz, falta ruido, falta vida... Es desolador. No sé cómo será el desconfinamiento, pero creo que durante unos días nos alegraremos (al menos yo) de volver a ver el despacho de lotería abierto, la tienda de ropa operativa, la cafetería atendiendo a los clientes...

jueves, 23 de abril de 2020

DUC ( y XXXIX) Acedia



Photo by Frederik Højfeldt Nielsen on Unsplash



De todos los pecados capitales, en estos días de confinamiento el que más me acecha es la acedia. Tiene poca prensa, ha pasado muy desapercibido durante mucho tiempo, pero no por ello es menos peligroso que otros. Es esa sensación de querer tirado todo el día en la cama, o sentarse a llorar y no levantarse, o abrir la ventana y mirar por ella sin hacer nada. Ni aplaudir.
Por eso es peligroso. Porque parar siempre es malo y más en estos días. Pero hay que seguir y mantenerse. Porque estamos aquí, porque estamos vivos, porque es el día de libro y debemos seguir. Por eso escribo hoy. Para sentirme vivo y con ganas de vivir.

miércoles, 22 de abril de 2020

DUC (y XXXVIII) Juegos de mesa



Photo by Christian Fregnan on Unsplash


Mi gran fracaso del confinamiento ha sido, es, no aprender a jugar al ajedrez. También es cierto que no he puesto mucho interés. Cuando ya lo has intentando varias veces, y varias veces son muchas veces, nunca se corre con mucho interés hacia un nuevo fracaso. 
Juegos de mesa, la gran estrella del confinamiento. Costillina ha descubierto el mundo del Scrabble y hemos jugados a diferentes variantes del Monopoly. Nos quedan los juegos de cartas y ya están afianzados en el repertorio doméstico la oca. Luego quedan los tiempos muertos viendo la televisión, descubriendo el mundo de no hacer nada o, sencillamente, mirar por la ventana deseando que todo esto pase.

martes, 21 de abril de 2020

DUC (y XXXVII) El vecino de la bicicleta



Photo by Tiffany Nutt on Unsplash


Tengo un vecino que anda en bicicleta. El tío no perdona un día. Se enfunda el maillot, el culote y se pone a quemar ruedas. Confieso que lo envidió. Verlo así, en su terraza, con ese cadencia. Lo veo desde mi asiento, en la oficina que me he montado en el salón para asegurarme una conexión de calidad. Jadea como los profesionales, los que vemos en las retransmisiones. Está un buen rato, mucho más que yo en la cinta de caminar. Cuando se baja no recibe el maillot de líder, ni flores ni la botella de cava. Espero que le besen en casa. Por lo menos tiene mi aplauso. El tipo sale luego a las ocho a aplaudir. Hay días que sí y días que no. Como todos. Los días ya cansan. Es el sentimiento que se extiende. El cansancio. Y el miedo de que el gobierno yerre no por su incompetencia, sino por el cansancio, por no poder soportar la situación, por no resistir los rodillos de la opinión pública ni el confinamiento.
No son como mi vecino, el de la bicicleta.
 

lunes, 20 de abril de 2020

DUC (y XXXVI) El silencio y la ciudad


Photo by Andraz Lazic on Unsplash


Tocaba salir a echar la basura. Ya he comentado otras veces lo ardua que resulta esa tarea en tiempos de confinamiento. Hay que acumular varias bolsas, organizarse mentalmente para saber qué mano será la que toque las superficies potencialmente contaminadas y cual no y acercarse a los contenedores confiando en que no estén todos llenos. Ayer nos tocó sacar la orgánica, papel, vidrio y plásticos. Como eran muchas bolsas, Costillina se ofreció a acompañarme. Era la tercera vez que salía de casa. No está mal para tener nueve años. Después de repartir los residuos en su lugar correspondiente y en el breve regreso a casa me sorprendió un detalle: el silencio de la ciudad. No es la primera vez que tiro la basura a esas horas y lo normal hubiese sido escuchar la radio de algún aficionado atento al último partido de la jornada, el tráfico o el ruido lejano de El Musel. Pero no había nada. Silencio como pocas veces, un silencio propio de la mañana de un festivo, de las primeras horas del domingo. Pero de la misma manera que el silencio de la mañana de Navidad es hermoso ayer era inquietante por lo escasamente natural que resultaba. 

domingo, 19 de abril de 2020

DUC ( y XXXV) Éramos pocos y rompió la Billy


Photo by 
Semen Borisov on Unsplash




Llevan con nosotros casi diez años. Costillina aún no había nacido y queríamos organizar la biblioteca en el salón. Compramos diez estanterías Billy y nos pusimos manos a la obra. Era octubre de 2010 y lo recuerdo perfectamente porque un fin de semana lluvioso me escapé al Ikea a comprarlas y las fui montando una a una, Costilla ayudaba todo lo que podía, procurando no forzar porque su barriga de embarazada anunciaba que estaba en la recta final del embarazo. 
Desde entonces, ahí han estado, con los libros, testigos silenciosas de nuestra vida familiar, soportando volúmenes hasta ayer.
El sábado se presentaba tranquilo. Cumplía mi rutina diaria hasta que, al colocar un libro (no recuerdo cual) la balda cedió. No fue una cada catastrófica, los gruesos tomos de un tomo de historia y un libro de Moebius evitaron la caída. El ruido de un juguete de hojalata reconvertido en adorno avisó a Costilla de que algo malo estaba pasando. Cuando llegó al salón, yo estaba intentando llevar la balda a su lugar habitual, y casi lo logro si no llega a ser por otra que optó por seguir el camino de su hermana. Era como uno de esos dominós gigantes, sólo que con libros, estanterías y en mi casa. Un horror.
La primera solución fue sacar lo poco que quedaba en su sitio, ponerlo en el suelo y evaluar los daños. Todo apuntaba a que la estructura de la Billy había comenzado a ceder. La balda central mostraba un peligro espacio entre ella y el lateral del armario, que apuntaba a ser el origen de mis preocupaciones. 
Pensar en el cambio de estantería se me antojaba complicado. Así que decidimos arreglarla. Un primer intento terminó en fracaso. Con las baldas puestas, comencé a poner libros y las estructuras volvieron a caer. Es la ventaja que tiene mi licenciatura en la Universidad de Miskatonic, que sirvo para casi cualquier cosa.
Después de varios intentos logramos que todo volviese a su sitio y eliminar la peligrosa holgura. Bien, de nuevo, la prueba de carga, la fundamental prueba de carga. 
Nunca había vivido con tanta emoción el simple hecho de colocar libro. Deje para al final la balda central. Empecé por la más baja y luego las siguientes. Terminaba una línea y esperaba unos segundos. Al ver que no cedía, iba a por la siguiente.
Después de cuatro horas, todos los libros regresaban a su lugar, no su espacio pues el orden alfabético en el que estaban se fue al carajo.
Lo único bueno de todo este lío fue una mañana entera haciendo ejercicio (masa muscular y flexibilidad) y romper las rutinas habituales. 

sábado, 18 de abril de 2020

DUC (y XXXIV) Y salió el arcoíris





Tocaba ayer salir a aplaudir. Desde la ventana del salón se veía llover, una lluvia refrescante, ideal para salir a caminar y que subraya el verde de los prados asturianos. Es la primavera. Nuestros vecinos llevan el reloj adelantado y siempre empiezan unos minutos antes. De esa manera, si se nos pasa la hora, el palmoteo te recuerda la cita y, como casi todo en esta vida, vas si quieres. O no vas.
El caso es que fuimos y asomados a la venta lo vimos. Salía el arcoíris. Es curioso esto del arcoíris. Todos sabemos que es un fenómeno óptico. Lo tenemos tan asumido, que cuando llueve y hace sol sabemos que saldrá. Y aún así nos gusta verlo, nos sorprende, celebramos su belleza.
Aplaudíamos y nos emocionaba porque parecía un mensaje de esperanza. Los arcoíris dibujados por tantos niños con un mensaje de ilusión llegaban a la realidad y esta nos dice que todo iba a salir bien.
Pero lo que más ilusión hizo fue el efecto óptico del arcoíris saliendo de uno de los edificios más animados, donde hace unas semanas todos los vecinos salían a cantar cumpleaños feliz a uno de los niños que se encontraba confinado, como todos.
Y me pareció hermoso, muy hermoso todo. 

viernes, 17 de abril de 2020

DUC (y XXXIII) Rompiendo las rutinas


Photo by My Life Journal on Unsplash


Desde el inicio del confinamiento, me propuse escribir un diario. Diario del confinamiento. Admito que no soy muy original en los titulares. Las mañanas, después de la visita al santoral y a tuiter, llegaba el momento de escribir, de reflexionar y compartir.
Las jornadas de compra (ir de caza, como me gusta escribir) se complicaban. El diario llegaba en sesión vespertina, incluso nocturna. Salvo ayer, ayer no hubo diario.
Tocó, efectivamente, ir de compras, pero entre supermercado, pescadería, farmacia y atender a los mayores la ronda consumió cuatro horas. Lo justo para llegar a casa agotado. Y luego toca subir la compra, limpiarse uno, ayudar a limpiar... 
Así que, ya repuesto, uno se lanza al sexto continente y entre unas cosas y otras, un juego, una conversación, el aplauso de las ocho llega el momento de apagar el ordenador. Y el diario sin escribir.
¿Qué hago? Menudo dilema.
Así que optó por la mejor solución: romper con la rutina. Ya disfruto de bastante igualdad en mi vida, de días similares salvo por las sombras en el edificio que veo. Ya escribiré mañana sobre hoy, si es que escribo. Al fin de todo, es de las pocas libertades que me quedan: poder hacer con lo mi tiempo libre lo que quiera.

miércoles, 15 de abril de 2020

DUC ( y XXXII) Las virtudes del teletrabajo



Photo by Sharon McCutcheon on Unsplash






La situación se alarga. Abril será un mes entero de confinamiento y tengo asumido que mayo seguirá el camino. No me extraña que cayese también junio y en julio iríamos poco a poco. La situación se alarga y también el experimento del teletrabajo. A pesar de ello, los días siguen cayendo sin grandes problemas. La cita de las ocho para aplaudir, el momento de empezar a trabajar, la planificación de las compras y el el teletrabajo.
Se añoran, es verdad, el tiempo con los compañeros, las charlas en la redacción, las visitas inesperadas, el sobresalto cuando se escuchaban más sirenas de lo habitual, los debates, los libros de las editoriales.
Pero el teletrabajo también tiene sus cosas buenas. Me estoy ahorrando cuatro viajes diarios Gijón-Avilés. No me importa ir y suelo aprovechar para escuchar podcast, lo que significa que ahora se están acumulando de manera obscena. También es cierto que dispongo de un tiempo para cosas que antes no podía
Más ventajas. Ver trabajar a los otros miembros de la familia permite que valores exactamente su trabajo. Antes del confinamiento podías escuchar cuando te comentaban que habían hecho o esto; entendías su cansancio por tu propia experiencia humana del cansancio, pero ahora lo ves. De la misma manera que ellos te ven y a la comprensión intelectual unen la vital, el compartir el momento.
Y luego están las propias ventajas del teletrabajo. Al final, por muy buena coordinación que tengas, el teletrabajor se encuentra solo, con lo que terminas examinando tus rutinas, tus procedimientos e introduces cambios para mejorarlos, aunque sólo sea para ganar más tiempo.
En fin, que no se está tan mal, pero quiero recuperar mi vida. Que conste.

martes, 14 de abril de 2020

DUC (y XXXI) La Comida en la calle sí ha tenido lugar.



Sabugo, 2015



El Lunes de Pascua en Avilés es sinónimo de Comida en la calle, la fiesta que nació hace casi treinta años y que ya se ha asentado en nuestro imaginario colectivo que en el recuerdo colectivo es que todo el mundo participó en la primera edición (alerta de spoleir: yo no). Pero hoy no se trata de eso. Hoy de lo que se trata es que este año no hubo Comida en la Calle. ¿O sí la hubo?
No lo tengo claro.
Lo cierto es que las redes sociales, las tan denostadas redes sociales, se llenaron de fotos de gente celebrando la comida, no en la calle, sino en sus casas o en los balcones; aportando los platos que siempre llevan al lugar de Avilés donde les gusta ir. Todos hemos recordado los mejores momentos, se ha cantado y se ha reído; se ha llorado y nos hemos abrazado, sabiendo que el sentimiento de hermandad es eso, un sentimiento, y, aunque estemos confinados, encerrados para superar la epidemia, nada ni nadie nos hará renunciar a la fraternidad avilesina, a la comunión entre todos nosotros que sólo aspiramos a vivir y disfrutar de la vida, amar y ser amados, sentir el aire de la mañana en la cara y una taza de café. Nadie podrá acabar con eso.
Y mucho menos un virus.
La Comida en la calle sí tuvo lugar.
 

lunes, 13 de abril de 2020

DUC (y XXX) Cosas que deberían cambiar




Photo by Ross Findon on Unsplash



Cumplimos un mes de este diario y me apetece ponerme trascendente. Sin ánimo de ser exhaustivo, apunto una serie de cosas que deberían o pueden cambiar después de esta epidemia. Como aún tenemos para otro mes, puede ser que la lista aumente:

  1. China. Una parte de lo que está sucediendo se debe a su falta de información y transparencia. Tenían un problema de los gordos y se dedicaron a alimentar la idea de que era poco más que una gripe. Podrán seguir siendo una dictadura, podrán no abandonar el comunismo pero un país con ese peso en el mundo debe mejorar su transparencia en los aspectos que afectan a toda la comunidad,a todo el planeta.
  2. Cooperación internacional. Buena parte de los éxitos se están logrando gracias a la cooperación internacional, a la transferencia de conocimientos. Los mecanismos existentes deberán reforzarse en el futuro. La Organización Mundial de la Salud lleva desde finales de los noventa advirtiendo de riesgo de pandemias cuyo foco estuviese en Asia por el salto de virus de animales a personas. Los sustos del Sars y el Mers no llegaron a Europea y generaron escepticismo, incluso críticas por las vacunas que se compraron y no se llegaron a usar. ¿Será el futuro igual?
  3. Nacionalismo económico. Los países europeos estamos viendo el precio de deslocalizar la producción. No creo que regrese toda, pero sí que habrá un replanteamiento. De igual modo, ante la futuro crisis económica aumentará el consumo de los productos nacionales, de lo local frente a las importaciones.No me extrañaría un resurgimiento del proteccionismo, si es que alguna vez se ha ido.
  4. Solidaridad. La sociedad ha vuelto a demostrar, una vez más su capacidad solidaria. Queda saber si se transformará en estructuras estables en el futuro. También queda el reto de la expansión internacional. El virus comienza a golpear en África y las zonas empobrecidas. ¿Habrá una respuesta solidaria con esos país?
  5. Cambios sociales. El confinamiento modifica la forma de vivir. Una terraza hoy es un objeto de deseo; un perro un lujo. ¿Se demandarán otro tipo de viviendas, se producirá un traslado de zonas urbanas a espacios rurales próximos para asegurar un espacio vital superior a los noventa metros cuadrados de un piso, lo que para muchos es un lujazo? ¿Mantendremos estos compromisos con los vecinos? ¿Nos socializaremos de igual manera que ahora? Las amistades, el trato con las personas no será igual.
  6. Política. En los últimos años, hemos visto la llegada de una nueva generación de políticos animados por las redes sociales; la nueva política que ahora manda cuenta con valores como la juventud, la inexperiencia, un peso excesivo de la ideología en la toma de decisiones y la demagogia. Es la generación twitter, la generación T. Su fracaso en la gestión de la crisis es más que evidente. Un fracaso tanto en el gobierno como en la oposición. La generación T está condenada a ser arrollada igual que ésta fulminó a los políticos de la Transición.
  7. Relaciones labores. Ha llegado el teletrabajo. Pero, ¿hasta qué punto se marchará? ¿Se cambiarán las relaciones laborales?
  8. Sistema Sanitario español. La crisis ha demostrado la fortaleza del sistema sanitario español, pero también algunas de sus carencias, como la necesidad de suministros centralizados o más agilidad para coordinarse o reforzar los centros de referencia para transferir conocimientos. Algo se intentaba hacer, pero se deberá avanzar más.
 

domingo, 12 de abril de 2020

DUC (y XXIX) La meca de la irreverencia





Cuando termine todo esto habrá que hacer muchos reproches al gobierno, recriminar actitudes a la oposición, analizar lo sucedido y estudiar la gestión para intentar que la próxima epidemia nos pille mejor preparados. De todos los reproches que yo haré el gobierno, el primero será que me quitaron a mi hija, a Costillina; que nos robaron varios meses, incluso un par de años.
A mediados de marzo, Costillina era una niña normal de nueve años, infantil como esperamos que sea, descubriendo la vida y creciendo más rápidamente de lo que a los padres nos gusta. También a las madres les disgusta esa velocidad, por lo que me comenta Costilla. Un mes después, Costillina ha madurado mucho más rápido. Sigue siendo la niña que era, sigue creciendo más rápidamente de lo que me gustaría, pero ya no es la misma. Algo se ha perdido. Ha madurado de una manera precoz. El confinamiento, permanecer aislada sabiendo que es necesario para cuidar de sus abuelos y de otros mayores; el miedo al contagio. Todo eso la va cambiando. Nos llega una Costillina que esperábamos para más adelante, pero no ahora.
Costillina, en estos días, ha acuñado una frase que repite con frecuencia. No pasa un día sin que la escuchemos un par de veces expresar: "Esto es la meca de la irreverencia". Me recuerda las películas de Berlanga, donde siempre había un personaje que soltaba: "Esto es borbónico". Viniese o no al cuento. A mí, como lo dice Costillina me hace mucha gracia y cuando viene al cuento me alegra comprobar lo lista que es Costillina.
Pero también me da pena pensar el tiempo que nos han robado.

sábado, 11 de abril de 2020

DUC ( y XXVIII) Oficios de Semana Santa





La Iglesia católica es clara en la obligación de asistencia a las misas los domingos y fiestas de guardar. Los días de precepto son especialmente importantes en Semana Santa, con el Triduo pascual. Las celebraciones de Jueves Santos, Viernes Santo y Sábado Santo son especialmente importantes. En caso de enfermedad o imposibilidad fisica de asistir, el creyente se libra del pecado, aunque cuenta con el deber de seguirla a distancia bien por la radio, televisión y, ahora, con las redes sociales.
Las parroquias avilesinas de San Nicolás; la UPAP de San Agustín, Santa María La Magdalena y Cristo Rey de Versalles; San Vicente de Trasona y Santa Cruz de Los Campos han retransmitido los oficios por el Facebook. Es una experiencia totalmente novedosa. Estás escuchando al sacerdote y puedes interactuar en todo momento. En momentos emocionantes de los oficios puedes apretar el corazón que sale por la pantalla elevándose como si llegase al cielo. 
Y, para los especialmente chismosos, tenemos la posibilidad de cotorrear con las personas que van apareciendo. También invitar a los amigos: a este que me cae bien, a este por comunista, este seguro que lo agradece... De repente, te entra una conversación por el chat: "perdona, estoy en misa". Y te quedas tan tranquilo.
Cosas que suceden en el confinamiento.

viernes, 10 de abril de 2020

¿Se puede criticar al gobierno?


Photo by Frederic Köberl on Unsplash



Desde el inicio del confinamiento, ha existido una cuestión sujeta a debate: ¿se puede criticar al gobierno? Rápidamente, la sociedad española se ha dividido en dos grupos. Las personas que respaldan, legítamente, al gobierno consideran que no; que ante la mayor crisis sanitaria sólo cabe apoyar al ejecutivo y que cualquier otro comportamiento es desleal. Las críticas deberán venir posteriormente.
Luego aparece el grupo que defiende lo contrario, es decir, que se puede criticar al gobierno, incluso que se debe. En ese grupo me incluyo, si bien es cierto que existen varios subgrupos. Vemos aquellos que consideran que se trata de un gobierno ilegítimo, inmoral y se debe criticar todo, que son responsables de todo. Y otros con una posición más moderada, que consideramos que la lealtad no excluye la crítica.

Es cierto que España ya ha atravesado momentos duros. Recordamos el mayor atentado terrorista de nuestra historia y las críticas hacia el gobierno, incluyendo concentraciones ante la sede del partido que lo respaldaba con el argumento de que el país no se merece un gobierno que mienta. A muchos no agradó la actitud del ejecutivo en esos momentos, aunque respaldamos su gestión.

El actual debate evidencia uno de los problemas de la cultura política española y que, paradójicamente, es ese: la ausencia de cultura política. Se ama más al garrotazo, que la palabra, el rival no es rival, sino enemigo. Supongo que cuarenta años de paz y ciencia no se superan de la noche a la mañana y los usos y costumbres propias de la democracia calarán lentamente, como el rocío de la mañana.



La riña. Francisco de Goya.
Fuente: Wikipedia.


En los actuales momentos, las palabras son muy importantes, mucho más de lo que pensamos. Ante la mayor crisis sanitaria de nuestra historia, lo único que se debe exigir es lealtad al gobierno. Lealtad supone acatar la normas, el confinamiento impuesto; respetar los criterios, a pesar de la falta de criterios que parecen demostrar quienes los decretan.
A partir de ahí, claro que se puede criticar. Por un bien común, como es la vida de muchos de nuestros vecinos, y también la nuestra, se nos ha privado temporalmente de la posibilidad de salir a la calle, de la libertad de movimiento; pero no nos han prohibido pensar, ni expresar. Vivimos en una democracia y la gestión de un problema de sanidad pública no implica la supresión de todos los derechos fundamentales.
Es sano que se critique al gobierno. Evidencia una sociedad vida, con músculo que necesitará en los meses duros que vendrán. La crítica es positiva porque de ese debate  pueden salir ideas que ayuden al gobierno, aspectos que no se habían valorado de manera adecuado. Estamos en una inédita e histórica movilización del sector cultural. Al tiempo, el ministro de Cultura, cuyo nombre no recuerdo, realiza en menos de veinticuatro horas una rectificación en toda regla de sus planteamientos. ¿Creen ustedes que lo hubiese hecho si no hubiese esa protesta? Mi respuesta es no. 
Por eso es buena la crítica. Porque nos convierte en ciudadanos, no en súbditos. 
La crítica leal es necesaria, siempre es necesario y, en estos momentos, imprescindible para sobrevivir.

DUC (y XXVII) Cumpleaños feliz



Photo by Lidya Nada on Unsplash




Avanzan los días del confinamiento y llega un día que nunca habíamos esperado vivir confinados: el cumpleaños de Costilla. Llevaba días pensando en cómo celebrarlo. ¿Compro por internet? A diario no faltan ofertas en la red. Pero, ¿vale la pena que una persona, un transportista, se exponga por un regalo? No, no vale la pena agobiar a una persona cuando tienen cosas más importantes que transportar. En los días previas, Costillina y yo nos organizamos. La peque preparo una de sus manualidades y yo escribí una carta. Mi suegra aprovecho uno de mis recados para mandarme un regalo y decidimos encargar la comida. "La gente también tiene de que vivir", nos decíamos para ¿justificarnos? Tal vez.
En la compra del pan, añadí unos pasteles para poner las velas. 
Y así celebramos el cumpleaños de Costilla sabiendo que, ahora mismo, tenemos una fiesta pendiente para cuando termine el confinamiento, para el futuro que llegará.

jueves, 9 de abril de 2020

DUC (y XXVI) Día de niebla



Ponferrada, 2015



El día amaneció con niebla. Durante toda la mañana, desde las ventanas no se veía más que el manto blanco. En el suelo, las primeras oleadas de margaritas daban un aire irreal. Esos mantos blancos sobre la hierba es el preludio del buen tiempo, anuncian que se acerca el sol y los días para disfruta de la calle. Sin embargo, ahora duermen bajo ese manto blanco, cautivas como nosotros estamos cautivos, resistiendo y luchando.
El día de niebla aporta un nuevo paisaje, las luces transforman las sombras de los edificios y, después de tantos días, es de agradecer. En el barrio ya tenemos fichada a una chica que saca de paseo sus dos teckels y les tira la pelota, la recogen y se la vuelven a tirar mientras los niños lo ven desde la ventana y ladran para ver si pueden salir a correr.
Día de niebla, otro día más; un día hermoso, no cabe duda. 





miércoles, 8 de abril de 2020

DUC (y XXV) Epifanía en el supermercado



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Nathália Rosa on Unsplash


Mirábamos el calendario en casa y nos preguntábamos: ¿qué día será mejor salir de compra: el martes o el miércoles?
Al final, optamos por el martes para evitar las colas (sí, las colas) de la víspera del doble festivo. Es decir, si normalmente hay colas, en un doble festivo habrá más colas. Ese más es el que queríamos evitar.
Así que ahí voy, con la parafernalia habitual y las vueltas de costumbre. Aunque el supermercado está cerca de casa, voy en coche tanto por el volumen de compra. 
Ya en el interior, cuando empiezo a llenar mi carro veo que me olvidé las bolsas en el coche. Cerca se encuentra una reponedora, una de nuestras heroínas sin capa a las que aplaudimos, agradecemos el trabajo y les damos las gracias cuando antes solían ser invisibles.  "Perdone, ¿se pueden sacar los carros del supermercado?". "No, no se puede". "Me dejé las bolsas en el coche; podría ir a por ellas?" "Sí, deja aquí el carro. Ya me encargo de que no lo retiren".
Dios mío, la nueva sociedad florece tras la epidemia. Solidaridad, comprensión, racionalidad. Nada, si al final vamos a estar agradecidos al Cov-Sars 2. 
Así que voy hacia la salida, vuelvo a explicar mis cuitas a otra empleada y salgo, recojo las bolsas y vuelvo a entrar. Retomo la compra y mis pensamientos sobre qué cerveza me interesa comprar se interrumpen por una señora que se acerca. Debería decir que iba mal encarada, pero la máscara ocultaba su rostro.
"Te has colado, te has colado. ¡¡Qué vengas en coche no justifica que te cueles!" Una buena presentación, desde luego. "Perdone, no me colé. Estaba dentro y salí a por las bolsas, que me había pedido". "Si te has colado, que te vi". Como buena española, la señora ya gesticula con su dedo y se añaden otras dos, con los mismos reproches. 180 años de mala leche y rabia contra mí. Me había colado, aseguraban. "No, pedí permiso. Me dijeron que podía". Nada, mi argumento no servía de nada. De hecho, no servía. Me veía comido por las tres brujas, reaccioné con rabia y estuve a punto de decirles: "Señoras, no tienen edad para salir  a la calle. A sus años, es un riesgo. Sólo me lo explico porque sus hijos esperan librarse de ustedes y, además, con la ventaja de ahorrarse el velatorio y el funeral". Sí, era un pensamiento muy gratificante, pero me parecía excesivamente largo para mis cuervos. Así que volví a insistir en que estaba dentro, que había pedido permiso y todo eso. 
Pero no servía, graznaban, no paraba de graznar. Pero encontré una solución. Mi heroína con capa, la que podía testificar que había guardado cola (si fue menos que ella, no tengo la culpa de haber despertado antes) y que tenía autorización para salir. Así que la miré mientras ella atendía las labores que le correspondían. La ventaja de ser reñido con distanciamiento social es que, posiblemente,había escuchado todo.
La miré mientras las tres brujas graznaban y, ¿qué hizo ella? Nada, bueno, corrijo, sigo con las labores que le correspondían. La heroína sin capa estaba más preocupada por el stock de embutidos que por una riña callejera. No valía tanto como un envase de pavo. Y, entonces, en ese momento, tuve una epifanía: una revelación.
Nada va a cambiar. Cuando pase todo esto, seguiremos igual de maleducados, groseros, cobardes y valientes; aquellos que ejercían virtudes antes del confinamiento las mantendrán y posiblemente perseverarán en ellas; pero esta heroína sin capa seguirá a sus cosas, como habrá hecho toda su vida. No cambiará nada. Me emocioné, me entraron ganas de abrazarla, pero los tres cuervos seguían a mi lado.
Así que les dije: "Señoras, no voy a perder el tiempo discutiendo con ustedes".
Y seguí de compra.

martes, 7 de abril de 2020

DUC (y XXIV) Dormir



Photo by 
Kate Stone Matheson on Unsplash


No sé a ustedes, pero esto del confinamiento me altera el ritmo del sueño. No renuncio a mi siesta, pero intento limitarla. De noche me cuesta dormir más de lo que me gusta. Y despierto sin problemas, aunque a veces el problema es la hora a la que despierto.
A veces tengo la sensación de que estaría durmiendo todo el día. Todo el día. Incluso varios días seguidos. Posiblemente, llevaría el sueño al parlamento de mis neuronas para solicitar una prórroga del estado de letargo de varias semanas. Sería un placer eso de la hibernación. Meterme en la cama y salir con un hambre de mil demonios, la barba alcanzándome los tobillos y recuperar la vida normal. Leer el periódico y sorprendente de la cantidad de cosas que han pasado, o que no han pasado, el estado de alarma-excepción.
O le mejor despertar, despertar mañana y pensar que ha sido todo un sueño. Que el despertador soñase a las siete y media de la mañana, desayunase mi tostada con mantequilla escuchando la radio y, cuando llevaba a Costillina al colegio, llamar, como hacemos siempre a Costilla y decirles: "Menudo sueño más raro he tenido. Decretaban el estado de alarma y nos pasábamos tres meses sin poder salir de casa más que a comprar, haciendo todo por el ordenador, confinados"...
Pero no, no ha sido un sueño. 

lunes, 6 de abril de 2020

DUC ( y XXIII) Domingo de Ramos



Photo by Grant Whitty on Unsplash




Ni palma, ni procesión, ni borriquilla, ni estreno, ni misa... No recuerdo un Domingo de Ramos más extraño en mi vida. Sí, todos sabíamos que iba a suceder, que era inevitable. Todas las liturgias propias de esta jornada confinadas a la pantalla, al recuerdo. 
Mi ahijada, que está en Madrid, me ha mandado su palma casera por el móvil. Es la más hermosa que he visto nunca, porque me ha dicho que me la dará un día. No sabemos cuando, pero esa voluntad implica la esperanza de que superaremos todo esto, que recuperaremos nuestra vida normal, que, en el futuro, nos tomaremos más en serio los anuncios de la Organización Mundial de la Salud salvo cuando se meten con el chorizo, que los embutidos son algo muy serio.
Esta Semana Santa será muy especial, como la Comida en la calle que será en las casas y compartida a la espera de volver a abrazarnos. 
Seguimos avanzando, seguiremos resistiendo.

domingo, 5 de abril de 2020

DUC (y XXII) Si no es por no ir...





Creo que el país ganaría como mínimo mucho más en salud mental si en vez del presidente del gobierno, los sábados tuviésemos una charla de José Mota
Si vamos a seguir en el confinamiento, que sea para algo. Es algo que debemos ir asumiendo. No hemos llegado hasta aquí para estropearla. Es evidente que el confinamiento seguirá más allá de abril y unos cuantos días más de mayo. ¿Damos por terminado el confinamiento y salimos a la calle para disparar de nuevo los contagios, no; no hemos llegado aquí para rendirnos y volver a permitir contagios masivos.
Caerá todo abril y unos cuantos días de mayo. 
No será fácil. Comienzan a escasear las reservas de vino; las tandas de ejercicios caseros cansan y las paredes de casa se hacen más estrechas. Los diarios del confinamiento comienzan a repetirse.
Pero tenemos que seguir porque lo vamos a lograr. "Si no es por no ir; pero ir para nada..."

sábado, 4 de abril de 2020

DUC ( y XXI). Estreno mascarilla


Photo by Vlad Hilitanu on Unsplash


Estreno mascarilla. Desde que empezó el confinamiento, Costilla siempre me decía: "Lleva mascarilla". Me parecía excesivo, la verdad. Pero a base de leer sobre nuestro invitado el Sarcs Cov 2 he visto que es casi tan conveniente como permanecer confinado. Después de todo, la mascarilla no busca aislarme, sino proteger a terceros de posibles contagios. Nada impide que yo sea uno de los contagiados asintomáticos, que vaya sembrando el virus por ahí, por las tiendas. Así que alegrías, las mínimas. Mascarilla y a frenarlo. Otra trinchera más.
El estreno fue la compra semanal. Uno, que nunca había usado mascarilla, se encuentra con unas cuentas dificultades. De hecho, la puse mal y fue mi hermana quien por guasap me apuntó errores que no debo cometer en el futuro: ajustarla al puente de la nariz, poner unas gomas por el cogote y otras en las orejas... Tomo nota.
En la calle la primera sorpresa es que casi somos más los que llevamos máscara que los que van sin ella. ¿Cambiará esto los usos y costumbres? ¿Entrará la máscara en los desfiles de moda? ¿Podremos elegir con grados de protección y diseño?
Espero llegar a verlo. El mundo no será como era antes.

viernes, 3 de abril de 2020

DUC (y XX). Fin de ciclo




Photo by Daniel Korpai on Unsplash


Buena parte de mi vida gira en base a los ciclos de trabajo. Supongo que no es diferente a otras muchas personas. En mi casa, la norma general es trabajar once días y descansar cuatro. Aunque, como todo en la vida, la regla no es exacta por eso de días compensatorios, vacaciones, festivos, alguna que otra sorpresa. Al inicio del mes, como tantos otros, ves los días de descanso y piensas posibles planes, alguna escapada de fin semana, una excursión, la visita a un restaurante, ir al cine... 
Y, sin embargo, este descanso no será igual pero será lo mismo. Hay planes: la compra, videoconferencia con mis hermanos, encuentro virtual de pipafumadores, empezar a hacer declaraciones de la renta...
Todo sigue igual y todo ha cambiado. Veinte días y veinte más que vendrán (es un decir, pueden ser más) y este confinamiento suma cosas buenas como malas.
Si no fuese por el confinamiento hubiese estado menos con Costilla.
Si no fuese por el confinamiento hubiese jugado menos con Costillina.
Si no fuese por el confinamiento hubiese hecho 1.320 kilómetros en la carretera.
Si no fuese por el confinamiento hubiese escrito menos.
Si no fuese por el confinamiento apreciaría menos el aire de la mañana en mi rostro
....

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