martes, 21 de octubre de 2008

En defensa del silencio (el poema de la semana)

Décimo cuarta carta consular en defensa de la elección del silencio

He de contarte algo que otro poeta ya te dirá en el futuro:
Me eres necesaria, y necesaria me eres aunque en tristeza.
Cuánta luz apagada, cuánta alegría que desbordada no nace.
Tanta pasión deshuesándome en mi silencio;
tan entera en mí como para las piedras del cauce
la maldita erosión de las turbulentas aguas.

Este el el corazón de los cedros, que ahora supera entre las manos.
Este es el trigo que ahora traigo ante las cunas vacías del sueño.
Este es el pasado reencontrado,
el pecho de los olvidados,
el páramo de los adolescentes que un día fuimos,
el rescoldo y el maná que nos salvó del hambre,
aunque sí fue la dicha que nos dio la posibilidad de ser jóvenes.

Pienso con la inercia de la vida
cuando los huesos de esta oscuridad me destierran.
Exijo mi derecho al elegido silencio por la cal de mis tuétanos.
Silencio mucho más antiguo que yo,
mucho más antiguo que el más antiguo de los oficios.

Ahora, sólo vivo como otras muchas veces he vivido.
Como otras muchas veces he sentido, así ahora os siento.
Como se grita he callado,
pues al igual que el reflejo humano que he sido,
yo creí que lo valioso parece haber sido antes,
y ya haber muerto;
sentir que los primeros siempre
se precipitan adelantándose a los otros
postrándose frente a nuestras confesiones.

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