martes, 9 de agosto de 2022

Yo fumador


 

Como fumador, no he podido menos que sentirme indignado al leer que la persecución al tabaco llega a los espacios públicos: se va a prohibir fumar en los playas. Como muy bien explica Juan Neira la ocurrencia no viene de mano del prohibicionismo patrio, sino que es una iniciativa de la Comisión Europea que lo quiere vigente en toda la Unión para 2025 o sea, a la vuelta a la esquina.

La necesaria defensa de la salud se ha convertido en una verdadera cruzada contra el tabaco y sus defensores. No importa la diferencia entre los tipos de consumo; no importa que seas un fumador cívico y tires la colilla o la ceniza en un cenicero portátil. Se impone una idea de la salud por encima de todo. Si, directamente, nos acotan más las posibilidades de fumar, ¿por qué no quitar los impuestos sanitarios al tabaco? 

¿Por qué no respetar la libertad del individuo, por qué no dejar que una persona decida disfrutar del tabaco, de la nicotina? La muerte está presente en la vida. Es comprensible la prohibición de fumar en un espacio público cerrado, en el trabajo, pero este paso que se da se convierte ya en persecución.

Algo tan tranquilo y relajado como fumar una pipa será un acto revolucionario, subversivo. Y, señores de la Salud Pública, por mucho que prohíban, la gente se seguirá muriendo, seguirá enfermado de cáncer, también de pulmón, y seguiremos fumando.

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