miércoles, 5 de septiembre de 2012

La soledad de las ruinas


Hasta para ser ruina se debe tener suerte.
Tu belleza puede provocar que algunos lamenten tu destino.
Pero puedes pasar desapercibida. Albergar actividad sin que nadie te cuide, con la fachada descuidada, el barro agolpado a tus pies...
Esperando el destino, que alguien gire la cabeza al pasar y descubra tus formas, tu belleza.

Historia de una vida


Encontré la pintada en las escaleras de la Estación de Autobuses de Avilés, camino del Feve. Allí estaba, con toda la dureza de la calle, una bofetada de realismo en un espacio ocupado por frases sin sentido y reivindicaciones de tres céntimos.
Naciste princesa. Es un elogio, ese primer beso, el guiño, el amor que aparece cuando menos se espera. Porque putas ya sobraban nos muestran el dolor que yace en la persona, la semilla del mal. De la princesa a la puta hay un paso. Pero acabaste puta, y se confirma el mal presagio. Tal vez sea culpa del escribiente; de su incapacidad para amor, de esa duda alimentada. Como casi todas acaban. Es la última frase, si es el final de casi todas, alguna no llegará ahí. Late un esperanza. Aún no está toda perdido.
Y, así, se resume una vida. Como tantas otras.

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