martes, 17 de marzo de 2020

Diario de un confinamiento (y III). Sentimientos encontrados.

Photo by Ali Yahya on Unsplash



Todos conocen eso de: tengo dos noticias, ¿primero la buena o la mala? No es igual o parecido. Te toca ir a la compra. ¿Por ser el prescindible de la familia o el que tiene recursos para superar lo que pueda pasar? Prefiero no preguntar y lo cierto es que el pan de ayer comienza a estar duro, se acabaron los pasteles y tengo un halógeno fundido en la cocina. Los abuelos también necesitan suministro.
Así que no preguntas. Coges el kit de supervivencia, repasas el video sobre la manera de quitarse los guantes y a la calle. 
Voy a mi supermercado habitual. Al llegar, me extraña la gente que opta por evitar el soportal para la cola y prefiere el descubierto, con uno de esos cielos negros que en Asturias sabemos que anuncian agua. Le pregunto al vigilante jurado. ¿No sería mejor estar a cubierto, podemos cambiarnos por orden? Ya, pero se pusieron así. Hablamos a metro y medio de distancia. Nos quedan unos días sin confidencias más allá del hogar, sin medias palabras, de gritos y voz en alto. Así que voy a mi lugar. Desde él veo a la encargada hablar con el guarda de seguridad, señalar y, al rato, el chico nos pide que, por orden, vayamos bajo cubierto. Todo el mundo acata la indicación. Yo también, pero dudo si en denunciar lo sucedido a Sanidad (hablaron a menos de medio metro de distancia) o a Igualdad (es un evidente caso de sexismo: mis indicaciones, de un hombre, no fueron atendidas; pero sí las de una mujer). 
Entro en el supermercado. Fulanito va sin guantes tocando todo. En algunos puntos, eso de la distancia de seguridad se respeta menos que en la carretera y, en la cola, los hay quienes la aprovechan para avanzar puestos hacia la caja; señoras mayores, ancianas haciendo la compra.
Conozco a la cajera. "Voy a terminar matando a alguien". Fuera veo a una abuela llevando a su nieto a la compra.
Comienzo a dudar de esa afirmación de que el hombre sea un ser inteligente.
De regreso a casa observo tertulias, ancianos por la calle, gente paseando.
No, no somos inteligentes. 
Una vecina logra que sus hijos bajen del techo después de media hora. Costillina y Costilla resisten bien el asedio de la ansiedad.
En tuiter encuentro a cientos de médicos que se ofrecen a aconsejar; grupos que se organizan para construir ventiladores mecánicos, organizaciones de solidaridad.
Concluye la jornada con la duda sobre si la definición exacta de la humanidad tendrá que ver más con la contradicción que con la inteligencia o la imbecilidad.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails