jueves, 3 de abril de 2008

Un momento muy fuerte

La Unión de Actores entregó el otro día sus premios anuales. Una gala de la profesión sin el más mínimo de respeto a la etiqueta, lo cual tiene su gracia en un gremio que debe vivir de la imagen. La Unión decide entregar un premio honorífico a Javier Bardem por ser el primer actor español en lograr un óscar. Me parece perfecto y es bueno que se reconozca a los mejores y su contribución. En TVE, veo la entrega y a un Javier Bardem muy emocionado, sinceramente emocionado y a punto de llorar. Hasta ahí todo perfecto. Este es el contexto.
Ahora toca la anécdota. La joven reportera de Televisión Española entra en directo para informar sobre la gala y la entrega a Bardem. Resume la actitud del oscarizado en una frase: "Un momento muy fuerte". Le faltó decir "te lo juro, tía, un momento muy fuerte". Y lo repitió una vez más por si nos quedaba alguna duda.
No quiero criticar a esa profesional, porque la cámara siempre intimida y más en un directo. Seguramente careció de tiempo para preparar un texto y memorizarlo. Escribo todo esto porque esa expresión con aire vulgar y pijo a la vez, superficial y de una pobreza intelectual tremenda, demuestra, una vez más, la marea de mediocridad en la que vivimos y que nos contagia de forma progresiva. Desde luego que no era ese el adjetivo, sino emocionante; pero nos estamos vulgarizando, desperdiciando la riqueza de nuestro idioma y reduciendo todo a cuatro palabras multiusos que, a base de repetirlas, pierden su contenido. Como diría la reportera: "muy fuerte, muy fuerte".

La dura realidad

Madrugar en los días laborales y en los que no lo son es un buen ejemplo de lo duro que puede ser la realidad. Es algo que nos pasa a la mayoría de los españoles, pero también a los padres de la patria que, en un buen día, descubren que la realidad no es ajena a ellos y también tienen caries, se les cae el pelo y tiran pedos. Miren, si no, lo que le ha sucedido a nuestro presidente en funciones José Luis Rodríguez Zapatero, el que debe dimitir. Desde el zapaterismo, los ismos siempre son el peor enemigo de uno, se anunció hace semanas que George Bush se había rendido a los encantos de nuestro presidente. ¿Será por el lenguaje de los sordos? ¿Será por su sonrisa? ¿Será por su adanismo? ¿Quién lo sabe? Bush rendido a Zp y el coro mediático proclamando, incluso con aires grandilocuentes: "El día que Bush tiró la toalla con Zapatero", leí en Tiempo. La cumbre de la OTAN en Bucarest, que hoy concluye, debía ser el momento de la foto, la contra-cumbre de las Azores. Pero ayer, a eso de las 23 horas, la rendición de Bush no pasaba de un "hola, hola, felicidades". Y para hoy las agendas no incluían encuentro alguno entre ambos mandatarios para desgracia de nuestro país.
Esperemos que todo esto cambie en las horas que quedan del día y, dentro de unas horas, nuestros amigos socialistas escriban: estabas equivocado. Ojalá, pero, mientras llega el momento, Zapatero descubre lo dura que es la realidad y como sus sueños, y los de sus amigos, no siempre se cumplen.

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