viernes, 6 de septiembre de 2013

España y los traductores del Ejército




Estados Unidos lideró la coalición internacional que invadió Afganistán en 2001 después del 11-S con un claro objetivo: derribar al régimen talibán e instaurar una democracia en la idea de que este sistema garantiza un mínimo respeto a los derechos humanos. 
Doce años después, la retirada de las tropas después de la derrota de los talibanes da a entender que se han cumplido los objetivos. Pero todo el mundo sabe que la realidad es muy diferente.
Como sucedió en el pasado, será cuestión de tiempo de que los talibanes regresen al poder, bien por las armas o amañando las elecciones, que es como se hacen allí. La ventaja es que si se emplea el segundo método, la comunidad internacional tendrá más argumentos para no ponerse colorada.
Con independencia del método, se volverá a la situación previa de 2001, con Afganistán convertido en el principal exportador de heroína y terroristas del mundo. Todo el dinero y todos los muertos no habrán servido para nada.
No sólo eso, comenzarán las represalias contra todo aquel que colaboró con los soldados extranjeros. Por ejemplo, los traductores. De hecho, todas las naciones han comenzando a nacionalizar y evacuar a sus traductores afganos. Y es que en algunas zonas ya han comenzado las represalias.
España es la única nación europea que aún no ha hecho nada en esa línea. Puede ser que se deje para el final, algo muy patrio; pero ello no evita el nerviosismo y miedo en los afectados.
Creo que España debería asumir a esos traductores y sus familias. Con su trabajo, exponiendo su vida, han hecho más fácil la misión de nuestros soldados; seguramente han evitado víctimas. Y todo apunta a que, en el futuro, deberemos regresar al país asiático.
No soy el único que piensa eso. En www.change.org, Ana Ballesteros ha iniciado una campaña para pedir firmas y lograr la evacuación.
Podéis firmar aquí.
Yo ya lo he hecho.


Photo: Change.org

Hojas de otoño

Parece que el otoño ha llegado. Ha sido rápido, sin tiempo para nostalgias veraniegas. Cerramos los ojos y, nada más abrirlos, cambiamos la toalla por la bufanda.
La vida que no cesa.
Sean felices.

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