domingo, 29 de septiembre de 2024

No utilices el nombre de Drácula en vano

 

Fuente: Netflix


Hace tiempo, un amigo me desaconsejó ver la miniserie Drácula en Netflix. No entró en  muchos detalles, más allá de que le había decepcionado. Aunque sé de su buen criterio, la presencia de la BBC en la producción me animó a verla. Son tres capítulos con una hora y media de duración.

Pocas cosas saco de haberla vista entera. Mi admiración por Claes Bang, que ya me había gustado en The Square, el aprecio al criterio de mi amigo y el desprecio a varios portales interneteros que la elogiaron de una manera excesiva.

Bien aprovisionada de medios materiales, la serie se dedica a introducir cambios en la narración original. Opta por el siempre difícil decisión de buscar nuevas vías, pero no le llevan a ningún sitio. O a ningún sitio que valga la pena. A estas alturas de la vida es complicado que una película de vampiros genere una gran dosis de miedo, de cosquilleo en el estómago. Pero donde no debe caer es en la hilaridad, en la sensación de derrota que provoca esta teleserie. Una lástima, la verdad, una lástima.

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