jueves, 30 de diciembre de 2010

El delito de ser Bill Gates


Es curioso como es el mundo de la informática. En un universo aparentemente frío y aséptico se establecen pasiones irrefrenables, amores ciegos y odios africanos. Uno, que fue maquero antes de emigrar al universo windows, siempre veía con recelo las peleas entre los bandos. No se llega a las manos de milagros. 
En esa dialéctica, siempre me extrañó el odio hacia Bill Gates. Desde la distancia, siempre me ha parecido que buscaba lo mismo que Steve Jobs: lograr una posición de dominio en el mercado y forrarse. Lo cual es algo muy propio de una mentalidad como la estadounidense. Ambos han alcanzado su objetivo en términos económicos, ambos han colocado a sus productos y empresas en lugares muy relevantes; ambos han tratado de bloquear a la competencia con todas las armas posibles y fabricar productos caros y con el menor nivel de compatibilidad posible... 
En fin, las dos caras de la misma moneda. Con una única diferente: la popularidad de Jobs siempre ha sido mayor que la de Gates, su imagen mediática se ha proyectado siempre con más fuerza lo que viene a demostrar, como decía mi güela, que es tan importante caer en gracia como ser agradecido.

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