domingo, 28 de abril de 2013

El sacrificio








Me ceban y se alegran de mis kilos; se alegran del peso que gana el ternero. Se imaginan mis chuletas en la brasa, se hacen la boca agua pensando en mis solomillos. Alguno se pregunta por mi tranquilidad, por las causas de mi felicidad. Mirad a Hermoso, no sabe lo que le espera. Pobres desgraciados. Soy feliz porque conozco mi vida, mi destino; lo me aguarda mientras ellos corretean y juegan con ilusiones ignorantes de que acabarán sus días como yo: siendo pasto de los gusanos.

La alegría en y del mundo


¿Será lícito ser tan felices, cuando el mundo está tan lleno de sufrimiento, cuando existe tanta oscuridad y tanto mal? ¿Es lícito ser tan jactancioso y alegres? La respuesta sólo puede ser: "sí". Porque diciendo "no" a la alegría no prestamos un servicio a nadie, sólo hacemos más oscuro el mundo. Y quien no se ama a sí mismo no puede dar nada al prójimo, no puede ayudarlo, no puede ser mensajero de la paz. Esto nosotros lo sabemos por la fe, y lo vemos cada día: el mundo es hermoso y Dios es bueno. Y por el hecho de que Él se hizo hombre y vino a habitar entre nosotros, de que Él sufre y vive con nosotros, nosotros lo sabemos definitiva y concretamente: sí, Dios es bueno y es una bien ser persona. Nosotros vivimos de esta alegría, también tratamos de llevar alegría a los demás, de rechazar el mal  y de ser servidores de la paz y de la reconciliación".

 Benedicto XVI,  Saludo a los participantes en la peregrinación de la Archidiócesis de Múnich a Castelgandolfo, agosto de 2012.
L'Osservatore romano, página 2, número 33, agosto de 2012

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