martes, 31 de marzo de 2009

Corrupción en Gijón

La corrupción es el mayor mal de las administraciones, un cáncer que con facilidad se metastiza y destroza toda la sociedad. Una administración pública corrupta es el principio del fin del Estado de derecho, de la sociedad democrática que salvaguarda los derechos de los más débiles, que somos la mayoría
Por todo esto, el caso de Ovidio Blanco en el Ayuntamiento de Gijón es singularmente peligroso. La primera reacción del gobierno social-comunista es acertada. Afrontan el problema de cara, no echan balones fuera ni culpan a medios de comunicación o conspiradores. Incluso van más allá y llevan los hechos a la fiscalía para determinar si hay responsabilidades penales. Perfecto.
Pero ahora deben ir más allá y constituir una comisión de investigación para depurar responsabilidades éticas y políticas. La alcaldesa de Gijón asegura que "nunca ha habido ninguna sombra sobre el Urbanismo gijonés". Puede que sea cierto, aunque en la calle se comenta lo contrario. Pero ahora sí las hay y, por eso, a Paz Fernández Felgueroso le corresponde aclarar las derivaciones éticas y políticas de lo sucedido.
¿Se usó información privilegiada? ¿Se podía haber evitado ese uso torticero? ¿Influyeron las operaciones de compra-venta en la planificación para Cabueñes? ¿Cómo puede suceder todo eso sin que el concejal de turno se entere? Son algunas de las preguntas que debe responder con tranquilidad, más allá de las posibles responsabilidades penales.

Ya tenemos zorro

Ya tenemos el que faltaba, el zorro para el gallinero. Román Antonio Álvarez declaró ayer, tal como recojen La Voz de Avilés y La Nueva España que el Ayuntamiento "tomará nota" si las Cofradías de Semana Santa lucen el lazo anti-abortista y "se tomarán medidas". Además, no tiene miedo en afirmar que la "Semana Santa es de todos y nadie puede apropiársela". Esto último es toda una innovación del que se anda definiendo por ahí como el José Bono del socialismo avilesino. Nada de ciudad aconfesional, que es lo que dice la Constitución. En Avilés son católicos del rito román, no el romano. Que aquí, el que manda, es Román, no el pontífice de Roma. Por lo menos, a diferencia de Stalin, éste avisa antes de golpear y, visto lo del Intercéltico, Román es todo un bulldozer a la hora de cargar contra el que no piensa como él. Además, seguro que con lo que se gasta de su dinero (lo que gestiona es suyo, no de los avilesinos, eso que quede claro) seguro que se paga un par de obras de teatro o un viajecito a San Agustín de La Florida.
Y ahí están, las cluecas cofradías temblando de miedo, calladas, que no se les oye decir nada, ni está boca es mía. ¡Co, co, co, co, co! Pitas, pitas, pitas, anda el edil repartiendo subvenciones.
No salvo a ni una. Aunque he de reconocer que la situación es complicada. Yo, de ser cofrade, carisma que no me atrae en nada, no le daría más vueltas. Mantendría mi decisión de portar o no el lazo blanco, convocaría una rueda de prensa y diría:


Señor concejal, devolvemos los xx mil euros que nos ha dado de subvención este año. Saldremos o no con lazo blanco, pero rechazamos el aborto. Y, sobre todo, cualquier imposición que se nos quiera realizar desde el orden temporal, al que debemos bien poco. Le agradecemos su apoyo, pero le exigimos una inmediata rectificación de sus palabras, que suenan como amenazas.
Y punto redondo. A seguir procesionando con mi fe, sin contar con nada con un ayuntamiento que le encanta mandar. Eso sí es un peaje, y no el del Huerna.

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