miércoles, 13 de enero de 2010

Diario de un consultor

Cuando comencé a dedicarme a la consultoría, uno de mis grandes problemas fue el idioma. Y es que a todo el mundo le da por los anglicismos. No tengo nada contra esa palabra necesaria y que enriquece nuestro idioma. Pero me pueden los préstamos que más que enriquecer nuestra lengua contribuyen a empobrecerlo. ¿Por qué dedicarse al consulting con lo interesante que queda dedicarse a la consultoría o trabajar en una consultora? ¿Qué insípido resulta el marketing frente a la contundencia de la mercadotecnia?

Ya, ya... Todo eso está muy bien, pero ¿Quién se atribuye a poner el cascabel al gato, qué valiente se lanza contra toda una red de hábitos, de costumbres, de marcas sociales de prestigio con el riesgo de ser incomprendido en su empresa o de fracasar como emprendedor.
Para eso está uno. No en vano, todo esto es una ficción.

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