jueves, 1 de agosto de 2019

Oh, la patata






Photo by Nic D on Unsplash


En mi infancia, comprar patatas era relativamente sencillo. Las indicaciones no iban más allá de su tamaño y, como mucho, su suciedad. La primera evolución fue cuando se pudo elegir entre comprar patatas a granel o en bolsa.
Pero ahora, ahora comprar patatas exige toda una maestría. No sólo se trata de escoger entre la patata al peso o a granel. El estante de cualquier comercio te ofrece la posibilidad de seleccionar entre patatina y patata; patata para freír o hervir. Y, con un poco de suerte, puedes escoger entre varias denominaciones de origen.
Todo eso por la sencilla y vulgar patata.
Pero, si les digo la verdad, me parece muy bien porque no deja de ser una reivindicación de la sencillez, el elogio y reivindicación de un producto humilde que es capaz de lograr placeres dignos de reyes. ¿Acaso existe un plato que se pueda comparar con las patatas fritas con huevos? Oh, la patata; adorno de jardines y después alimento de pueblos. Mucho le debemos los europeos a la patata y casi todo ello bueno. Las hambrunas de la patata fue por su escasez y, ahora que abundan, nos permiten disfrutarlas de mil y un manera diferentes.

Buen provecho.

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