lunes, 4 de junio de 2007

Hablemos del Niemeyer

Todos los que estamos ilusionados con el Niemeyer es una pregunta que escuchamos con frecuencia. No hay comida familiar, ni café, ni paseo donde salga. Incluso hasta la Tila se me queda mirando y, moviendo el rabo, me pregunta: ¿De verdad crees que todo se va a solucionar con el Niemeyer ese?
Y yo le respondo a la Tila que no, que nada se va solucionar con el Niemeyer ese, pero que nos ayudará a competir en un mundo donde los territorios luchan por ofrecer una mayor calidad de vida y ser un símbolo de calidad para que las empresas se asienten en ellos. Y Tila, que sólo conoce cosas del rebocing, me pregunta si sabe de que hablo. Y le digo que no. Que hay muchas que no sé, aunque sé, por lo que he leído y me han contado, que la incorporación de España a la Unión Europea representó la transformación de una economía autárquica a una libre. Y donde antes no había competencia pasamos al libre mercado y los territorios necesitan marcas, hitos que los hagan diferentes a los demás. Y como en todas partes existen buenas comunicaciones y profesionales bien formados, excelentemente formados, se necesita subrayar hitos, faros que digan a todo el mundo que, en ese territorio, además de gente y buenas comunicación, existe una oportunidad especial para la excelencia. Nuestro mercado local es Europa y necesitamos señales fuertes para estar en ese contexto, que se nos conozca en el mundo.
Y, en Avilés, ese faro puede ser el Niemeyer, la bandera de esa terciarización de la economía que la comarca busca desde los años 90, cuando la crisis industrial incidió en la necesidad de un sector servicios que fuese capaz de generar riqueza y valor añadido, no sólo atender las demandas generadas por los sectores primario e industrial. Un objetivo que sólo es alcanzable si entra en la agenda ciudadana, entre las metas de todos los ciudadanos. Por eso, le explico a Tila, el entonces alcalde Santiago Rodríguez Vega se lanzó a una cosa llamada Avilés 2000, una de cuyas herencias se encuentra en el actual Plan General o en el esfuerzo por el Niemeyer.
El Niemeyer, también, Tila y esto no lo olvides, representa una ilusión para un grupo de personas que sufrió la crisis industrial, la desmoralización que supone comprobar cómo las claves con las que se vivía se transformaron y pasaron de un mundo feliz a la incertidumbre de lo contemporáneo.
Llámame iluso, Tila, pero a mí que me den el Niemeyer.

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