Si uno llega y asegura que no puede acudir a una reunión porque se fija a la media hora en la que hace meditación zen, o que entrena la metodología de los indios yanomamis para hermanarse con la Tierra, seguramente recibirá un elogio general, parecerá más moderno y tope guay.
Sin embargo, si esa media hora semanal la dedica a realizar Adoración al Sagrario, a meditar delante del Santísimo, a conversar con Dios recibirá todo tipo de comentarios más bien impertinentes.
Y todo eso a pesar de que vivimos en un país culturalmente católico. ¡¡Menos mal!!
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