jueves, 18 de diciembre de 2008

Sí a las 65 horas laborales

El Parlamento Europeo acaba de votar en contra de la propuesta de aumentar la jornada laboral a un máximo de 65 horas semanales. La propuesta planteaba que el incremento, allá donde se aplicase, debía pactarse entre empresa y trabajadores y ser compensado.
Para muchos, la noticia es fuente de alborozo y alegría. Para otros, como mi caso, de tristeza.
Normalmente, mi semana laboral ronda las 56 horas semanales y no es la primera vez que supero ese tiempo. Otros compañeros pueden aportar cifras superiores. Sin embargo, mi contrato no reconoce ese tiempo. Como mínimo, graciosamente regalo 20 horas de mi tiempo a la empresa, veinte horas de estar con la familia, de tiempo para compromisos sociales, tiempo de lectura y de oración, de escritura y deporte sin que, en ningún lado, se vea recompensado. Reconocer que mi jornada laboral es de 56 horas es, actualmente, ilegal y, por una supuesta protección a los trabajadores, quedo desprotegido.
Por eso, la decisión del Parlamento Europeo es para muchos una mala noticia. Confiamos que, con el tiempo y unos sindicatos fuertes los trabajadores veamos como nuestros derechos, o, sencillamente, los compromisos con nuestras empresas se recompensen adecuadamente.

Un señor de Valladolid

Un señor de Valladolid ha acudido a los tribunales para retirar de un colegio público un crucifijo. Desconozco si no ha podido convencer al Consejo Escolar o a los demás padres, pero ha acudido. Y, supongo, que regresará a la Justicia cuando en el centro entren otros símbolos religiosos como turbantes o los velos. También puede acudir al Contencioso administrativo para denunciar los villancicos en la calle e, incluso, algunos nombres de ciudades españolas como Santa Pola, a donde nunca irá de vacaciones, o a San Sebastián.
Según he leido en alguna parte, un señor de Valladolid se sentía molesto y ofendido cuando su hijo veía la Cruz en la clase. ¿Y qué hacemos con los contenidos de Educación para la Ciudadanía que ofenden a otros? ¿Subirá a un avión que lleve el nombre Virgen del Pilar? ¿Qué hará ese señor de Valladolid durante la Navidad? ¿Le molestará también la Cabalgata de Reyes?
Un señor de Valladolid se molesta con la Cruz y, a uno, ese dolor le da pena porque renuncia a la esperanza, a la gran Esperanza del mundo. Ese señor de Valladolid se sentirá algún día solo y buscará a Dios. O tal vez no, tal vez nunca necesite a Dios y a su Cruz que construyó por todos nosotros. Sea lo que sea, yo rezaré esta noche y todas las noches por todos los señores de Valladolid que renuncian a la esperanza para que, algún día, gocen en ella.

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