martes, 20 de enero de 2015

Charlie Hebdo, la libertad de expresión y la democracia



Como a tantos en Occidente, la masacre en la redacción de Charlie Hebdo y el ataque a un supermercado en París me ha indignado, primero, para, a continuación, sorprenderme el elogio desmedido de la libertad de expresión. Aunque reconozco que, en este segundo aspecto, igual somos minoría respecto a los primeros.
Y lo digo por lo siguiente. A estas alturas, en Occidente llevamos con eso de la construcción de la democracia desde 1789, incluidos, largos periodos de vacaciones. Un recorrido que nos enseña que en la democracia existen pocos valores sagrados, intocables, más allá de la propia democracia. Posiblemente no hay ningún dogma.
En sí es una paradoja, pero, seguramente, es la paradoja que permite que la democracia liberal sea el menos malo de los sistemas políticos y el que garantiza un mayor desarrollo social y felicidad personal. Después de todo, para los 80 o 90 años que podemos, como mucho, andar por este valle de lágrima lo mínimo es aspirar a la felicidad. Una fortaleza que, en su paradoja, implica una serie de rendijas por las que atacan los enemigos de las sociedades libres, aunque no sea ese el tema de este apunte.
Pongo un ejemplo para explicarme. Todos entendemos que la propiedad privada es derecho inalienable en nuestras democracias. Pero todos sabemos que no es así. Y qque el bien común puede justificar, por ejemplo, que a una persona se le confisquen sus tierras para construir una carretera. Aunque para ello se le pague y, si rechaza ese dinero, puede acudir a tribunales y defender sus derechos.
Es decir, la democracia se conjuga como un sistema de normas, de leyes y valores. Leyes a las que acudir, valores para comportarse.
Si no me gustan, las caricaturas de Charlie Hebdo, lo que hago es no mirarlas, no comprarlas y, si me llego a sentir humillado, acudir a los tribunales y asumir las sentencias. Incluso llegar a protestar, a movilizarme de forma que no vulnere el derecho a la vida y el de los otros a expresarse. Luego los jueces, si es menester, y el propio diálogo llevarán a unos y otros a moderar su posición, mantenerla, incluso corregirla. Puede pasar de todo.
Por esa razón, el atentado contra Charlie Hebdo me indigna. Porque no atacan a la libertad de expresión. A través de la libertad de expresión quieren atacar a la esencia de la democracia. 

sábado, 17 de enero de 2015

Casa Belarmino, un imprescindible



Conozco desde hace años a Juan Luis Álvarez. Así que, después de mucho insistir, en diciembre de 2013 visité por primera vez Casa Belarmino. Craso error no haberlo hecho antes. A estas alturas, hablar bien de ese local no tiene mérito. Tan sólo constata algo que muchos han pregonado. Confieso que me hubiese gustado ser uno de los descubridores. Juan Luis y Ramona; Ramona y Juan Luis han construido con sus manos uno de los mejores restaurantes de comida tradicional en Asturias.



Para abrir boca, la casa suele obsequiar con alguna joyita, como estas sardinas en aceite. Es un detalle que se agradece, relaja el hambre y guía a los comensales a los platos principales. El menú degustación es para auténticos fartones, así que mejor pedir algún plato suelto de la carta. En todo caso, en este acercamiento el Pastel de puerros no debe faltar. De obligada visita, salvo que no le guste el puerro. 




El arroz es una de las joyas que no debe faltar. Lo he probado con pitu de caleya, en la foto; y también con almejas. Fantástico en cualquier versión. Además, la tranquilidad que concede saber que te llevaras los restos en un túper, permite comer lo que se quiera. No se va a tirar ni a derrochar dinero.



Para la bodega, confíen en Juan Luis. Bien surtida y con mejores precios. Teniendo en cuenta que estas fotos son de un almuerzo para dos, entenderán que no guarde fotos del postre. En ese momento bastante tenía con mantenerme en pie. Aunque creo que recordar que, cuando llegaba el café de pota sólo se decía en la mesa: "Fantástico, todo fantástico".

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