Noviembre es el mes del frío, de las primeras nieves y la sidra dulce, de los temporales y los oricios. No es un mal mes. Como otras tantas delicias gastronómicos, el oricio ha evolucionado de ser una comida de pobres a un manjar apreciado, reconocido y esperado en los tiempos de la necesaria veda.
Personalmente, el oricio me sedujo después de un encuentro en Casa Alvarín. Hasta entonces sí, reconocía su sabor, eran deliciosos y todo eso, pero no me movía ni un paso por ellos. Pero ese afortunado día me aconsejaron pedir unos oricios. Venían espléndidos, avanzaron. Y se quedaron cortos.
Desde entonces, sume la insignia del oricio a mis muchas debilidades gastronómicas.
Con Asturias en veda, los primeros oricios llegan de Galicia. Mi pescadero me asegura una buena temporada. Me explica que el frío del pasado verano ha favorecido la crianza de la especie. Así que ahora llegan cargados, sabrosos. Los primeros que lleve confirmaron su predicción. Ahora queda unos meses para seguir disfrutando de ellos.
¡¡Buen provecho!!!
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