miércoles, 8 de septiembre de 2021

Adiós a Tokio, adiós

 


Photo by Sam Balye on Unsplash

Ya está. Terminaron los Juegos Olímpicos. La ventaja de la diferencia horaria con Japón es que fue más fácil eludir las ceremonias de apertura y de clausura; la desventaja es que la diferencia horaria no sabías que la competición que veías era la de hoy o la de ayer, si celebrabas triunfos del mañana o no.

Pero son detalles menores. Lo sustancial es que los Juegos Olímpicos nos han vuelto a hacer vibrar con historias humanas, las paraolimpiadas han contribuido a derribar muros mentales y hemos disfrutado con competiciones y anécdotas, ahora mucho más amplificadas gracias a las redes sociales.

Y, con todo esto, una pregunta para la que no tengo una clara respuesta: ¿deberían haberse celebrado en estos tiempos de covid? No es una respuesta sencilla. Leías noticias de contagios y a saber lo que podía pasar. ¿Habrá llegado a más países, se habrá sembrado una nueva variante del SARS-Cov 2

Son preguntas para las que no leo respuestas y que, supongo, se harán muchas personas. No seré el único.

¿Eran necesarios estos Juegos Olímpicos sin público?

No tengo una respuesta rotunda, un sí o un no claro. Pero, al menos para un servidor, estos juegos olímpicos me han aportado esperanza. Después de todo el sufrimiento, con todos los esfuerzos que son necesarios para derrotar a la enfermedad, la humanidad puede seguir ejerciendo de humanidad. Nos ha herido y  nos ha hecho sufrir; pero no hemos perdido la esperanza. Y esa es la palabra en la que resumo los Juegos Olímpicos de Tokio: esperanza. Tal vez, por eso, hayan sido unos de los más importantes.

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