viernes, 28 de junio de 2019

Lecciones de La Manada


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Mihai Surdu on Unsplash



Ya han pasado suficiente tiempo desde que se conoció la sentencia del Tribunal Supremo sobre La Manada para reflexionar sobre ella con cierta calma. De todo esto proceso extraigo cinco conclusiones que me atrevo a compartir con ustedes.
1ª) La idiotez ya se ha convertido en un elemento más del discurso público, de la política. Nos hemos idiotizado tanto hasta el punto de que somos incapaces de discernir el lenguaje común de un código especializado, como puede ser el lenguaje jurídico. Lo que, en el lenguaje normal es una violación no existe en el lenguaje jurídico se define como abuso o agresión. ¿Significa eso que deja de ser una violación? No, lo es, hasta el punto de que se define como un delito contra la libertad sexual de las personas, con todo lo que implica esa idea. 
Pero, claro, los idiotas son mucho más fáciles de dominar y manipular que una población formada y con capacidad crítica.
2ª) La turba de idiotas e ignorantes es cada vez más grande, más numerosa con el riesgo que ello implica para la democracia, para el Estado de Derecho. El próximo golpe de estado no vendrá por una asonada o un alzamiento militar, sino de la mano de la ignorancia y la manipulación. Ahora que escribo esto, ¿no fue acaso lo que sucedió en Cataluña fruto de la ignorancia y la manipulación? No es un modelo de éxito porque no han alcanzado todos sus objetivos, pero sí los suficientes para ser rentable para la elite que manipula y cuida a esa turba.
3ª) El Código Penal cuenta con la capacidad para asumir nuevas formas delictivas sin necesidad de reforma. Nuestro escudo jurídico es suficientemente potente para blindar nuestras libertades. Caben nuevas lecturas, de hecho el fallo del Tribunal Supremo lo es, y tal vez sería necesario que la primera instancia los diferentes operadores jurídicos no tuviesen miedo a lanzarse a ellos.
4ª) Cada vez es más necesaria una reforma judicial que la lleve al siglo XXI. Han pasado tres años desde el delito a la sentencia. Es mucho tiempo. Los procesos judiciales no pueden alargarse de esa manera. La justicia necesita medios y recursos, sobre todo; también algún cambio legislativo porque muchas normas son centenarias y responden a otra realidad de comunicaciones. Por eso es necesario un gran acuerdo entre los partidos políticos para modernizar el sistema judicial en un periodo razonable de tiempo, cuatro o cinco años. Planificar una reforma de una manera global y comprometiéndose a su ejecución con independencia de los cambios de gobierno y calendario electoral.
5ª) De nuevo la incapacidad de los políticos para mirar más allá de sus ombligos provoca que el juicio llegue sin la necesaria reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que incorpore la conocida doctrina Parot para alargar el cumplimiento de las condenas. Existe una idea generalizada de que no se castiga de manera suficiente el delito, que a los cuatro días uno sale a la calle. Es necesario aplicar esa reforma para terminar con esa idea; endurecer el cumplimiento de las penas allá donde sea necesaria. Y, en algunos casos, retirar las competencias a las administraciones que manifiestamente son desleales con esa vigilancia de la sanción, como viene sucediendo en los últimos meses con Cataluña.
Ya sé que todo esto es clamar en el desierto, pero, por lo menos, me queda la tranquilidad de haberlo escrito negro sobre blanco.

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