domingo, 27 de diciembre de 2015

Las entrañas del poder

Fuente: Hoja de Lata.


Max Otto von Stirlitz no es un agente cualquiera del Servicio de Seguridad del Reich, la policía secreta de la Alemania nazi. Ningún otro agente muestra un mayor respeto a los dirigentes. Es un buen ario, eficaz y respetuoso con el Reich. Sin embargo las actuaciones en las que se involucra nunca llegan a buen término para los intereses de Alemania.
Suficiente para investigarle en un régimen paranoico; el hallazgo de sus huellas en un equipo de transmisión de agentes soviéticos precipita los acontecimientos en un sistema que vive su epílogo. La realidad es que Stirlitz es un agente soviético, infiltrado en el corazón de Alemania.
En ese contexto se desarrolla Diecisiete instantes de una primavera, la novela de Yulián Semiónov que, traducida por Zoia Barash, regala Hoja de Lata a los lectores españoles.
En su primera lectura, la narración se presenta con una novela de espionaje dentro del canon más clásico. El James Bond soviético según la definición ofrecida en el prólogo de la edición española del libro más famoso de la serie de Stirlitz, seguramente por el éxito y popularidad en su país de origen, ya que no aparece la iconografía y hábitos asociados al famoso 007.
En 1973, la emisión de la serie basada en Diecisiete instantes de una primavera paró la Unión Soviética. Impactó a los televidentes hasta el punto que Leonid Brezhnev ordenó que se le recompensase generosamente. Al conocer por su equipo que era un personaje de ficción, comentó: «Es una pena».
Incluso cuenta la leyenda que las aventuras del espía cautivaron a un joven de Leningrado llamado Vladímir Putin, que prometió imitar a Stirlitz y servir a su país.
Ciertamente, la historia avanza con interés creciente y la trama cautiva al lector, que sigue con pasión la partida de ajedrez que se establece entre Stirlitz y los agentes de la Gestapo que tratan de conseguir las pruebas necesarias para justificar su detención. Son páginas que atrapan.

Yulián Semiónov. Fuente: Hoja de Lata.

Pero el mérito de Diecisiete instantes de una primavera va más allá del entretenimiento de calidad. Semiónov comparte con Le Carré aspectos como la soledad del agente secreto, la añoranza de su hogar, la preocupación por su hijo, también en labores de espionaje. Pero, lo realmente interesante, es la mirada hacia las entrañas del poder.
El autor disecciona los mecanismos de control de un régimen autoritario, sus miserias. En este caso, la Alemania nazi, pero que también podría servir para cualquier dictadura. Es clarividente la reflexión que, en la página 142, Stirliz atribuye a Hitler pero que, gracias a la anotación de una cuidadosa edición, sabemos que es un pensamiento de Stalin, lo lleva al libro al terreno de la literatura y lo aleja del panfleto propagandístico.

Con las justas notas para entender el momento histórico en el que se desarrolla, la edición se completa con un prólogo de Olga Semionova, hija del autor, y Sergei Stafev que sirve para que el lector comprenda el impacto de la obra de Semiónov en la Unión Soviética, un escritor enamorado de España y que participó de las primeras ediciones de la Semana Negra de Gijón


Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio, 26 de diciembre de 2015, Suplemento Culturas, página 5. 

lunes, 12 de octubre de 2015

Noche en Granada



Y aquí, 
asomado a la oscuridad
viendo la noche más hermosa
con las estrellas del cielo
inundándome con su soledad
y guiándolas con mi grito,
mi vacío
la existencia y la soledad,

el deseo y el amor.



(Poema hallado tras la conquista de Granada en los aposentos reales. Se desconoce su autoría)


De Atlas de historia
(En preparación)

jueves, 3 de septiembre de 2015

Pasos


PASOS



Los pasos reverberan
en la escalera.
Se pierden en el vacío,
recordando la soledad
los malos momentos
las noticias amargas.
Toc, toc, toc
Pasos lentos, cansados
con aire de derrota,
pasos de tristeza
portando malas noticias,
sin aliento para más;
pasos de un día triste.  


https://play.spotify.com/track/5UcsxVPmXd974EkMtowmNV

lunes, 31 de agosto de 2015

Extinction



La combinación de tormentas de verano, vacaciones y cine provoca que uno termine viendo Extinction, una de esas películas españolas pensadas con vocación internacional y que se traduce en el reparto y ambientación.
Tal vez un síntoma de evolución del cine español es que nuestros creadores ya son capaces de hacer, al igual que el cine comercial estadounidense, películas cuyas promociones son más interesantes que el propio largometraje. No negaré que el filme resulta entretenido, lo que es suficiente y justifica la entrada, pero también que el guión presenta unas cuantas vías de agua y que uno queda con la sensación de que se ha desaprovechado unas cuantas posibilidades de interés.

Película para ver sin más pretensiones, entretenida. Para aficionados al terror apocalíptico.

martes, 21 de julio de 2015

Es un riesgo vivir rodeado de subnormales


-Buenas, ¿quién es el último?
-Yo.
La sala de espera de la oficina de la Seguridad Social es lo suficientemente amplia para que todo el mundo aguarde sentado. Los funcionarios agilizan los trámites en la medida de lo que pueden. Aquellos que acuden acompañados matan la espera cuchicheando; otros miran la infinito, con aire de distraído. Hay quien no para de hablar por el móvil, o jugar con él. Los menos leen. Siempre pasa en este país. Casi parece que leer produce vergüenza y se debe hacer a escondidas, no vaya a ser que te señalen con el dedo.
A periodos irregulares de tiempo suena un timbre. Al tiempo, un panel electrónico se ilumina con una clave. Su dueño pasa a una mesa. Nadie sabe quien es el dueño hasta que éste se levanta. Ni el algoritmo que determina la clave. Puedes llevar esperando tres horas y se levanta uno recién llegado. El algoritmo lo explica todo. La persona llega, aprieta un botón y sale la clave definida por el algoritmo. Si estudiaste algo y sabes lo que son las matemáticas, es posible que entiendas qué es eso del algoritmo y cómo puede influir en tu destino. Pero la mayoría no sabemos nada de matemáticas y, posiblemente, ni con la clase particular a la que íbamos para lograr aprobarlas, lo hubiésemos entendido. Pero asumimos que es cosa del algoritmo, como otros asumirán que es cosa del destino-
El dueño del papel se acerca al funcionario y le explica que su espera ha sido un poco inútil porque ahora puede solicitar su vida laboral en la entrada. No es ha sido inútil del todo, porque ha descubierto donde puede solicitar la vida laboral, lo que antes no sabía y, de haberlo sabido, le hubiera evitado ese rato de espera.
Así que regresa al lugar del inicio y pregunta por el último, que se identifica levantando la mano y el interrogador se sienta, sacar una revista y la abre para leer esperando a que el último acceda al ordenador y solicite su vida laboral. Lee y, de vez en cuando, levanta la vista para controlar al último. Eso no es leer, es pasar el tiempo, se dice, pero, por lo menos, no se aburre hasta que el último se levanta, se va al ordenador y se marcha. Es su momento. Se levanta y camina hacia el ordenador hasta que un compañero de espero le da el alto.


-Espere, usted no es el último. El último se ha ido.
-No, perdone, el último soy yo. Llegué, pregunté quién era el último y me dijo que era ese señor que se acaba de ir. Luego él último soy yo. El que se fue es el penúltimo.
-No, el último soy yo. El que se fue no era el último, porque el último soy yo.
-Ya, pero usted llegó y se sentó. No dijo nada ni preguntó. Yo era el último y no le di la vez. Yo soy el último. Y me corresponde sacar la vida laboral.
-No, el último soy yo. Yo llegué.
-Claro que llegó. De no haber llegado, no estaría aquí. Pero yo llegué pregunté, un señor, que se acaba de ir me dijo que era el último y esperé mi turno.
-Ya, pero yo llegué y nadie me dijo nada.
-Es cierto, pero usted llegó y ninguno de los que estábamos aquí sabíamos si iba a esperar o para qué.
-Ya, ¿por qué tienes que saber quien están esperando?
-Pues para guardar el turno, dar la vez; por ejemplo. Es muy útil para estas cosas.
-Señores, por favor, bajen la voz. Hay una persona intentando hacer gestiones por teléfono.
-Y nosotros estamos intentando dilucidar quién es el último en la fila.
El guarda de seguridad decide intervenir, tomar las riendas del asunto para aclarar quien es el último. Aunque ese no es el debate. La verdadera cuestión es determinar cual de los dos tiene el derecho a usar al ordenador. Si logra reestablecer el orden en la cola, evitará un problema.
-A ver, después del chico que se acaba de ir, ¿quién va?
-Yo, asegura el último silencioso; acabo de decir que era el último.
-Yo, afirma el último que intentaba leer la revista exhibiendo el papel con el número como el pasaporte después de acceder a la mesa del funcionario.
-Eso no sirve, explica el vigilante, usted fue, o irá, a la mesa, pero luego le dirán si puede o no usar el ordenador.
-O sea, que el último soy yo. Pues lo dije.
-Sí, sentencia el guardia.
- O sea, que aunque usted llegó después y no preguntó, es el último y pierdo mi vez.
-No genere conflictos, advierte el guardia.
-Lo cierto es que pierdo mi vez. Así que voy a preguntar si hay más últimos en la sala, no vaya a ser que vuelva a perderla. ¿Hay más últimos?
Nadie responde.
- ¿De verdad que no hay más últimos? Bien, entonces, después de usted, iré yo al ordenador. ¿Queda todo aclarado así?
-Sí
-Bien, hablando se entiende la gente; cierra la polémica el guardia.

-Desde luego, aunque no deja de ser un riesgo vivir rodeado de subnormales.

viernes, 24 de abril de 2015

Retorno a los libros

Foto: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de San Luis, Argentina



Entre las muchas cosas buenas que me ha supuesto ser padre se encuentra el descubrimiento de la literatura infantil. Como lector adulto siempre me fijaba en ella. Sus cuidadas ilustraciones, los marcapáginas de Kalandraka eran suficientes argumentos argumentos para acercarme a esas estanterías, pero poco más.
Hasta que comenzó el momento de tener que leer libros a Costillina. Los libros que le dejan en el cole, los libros que le regalamos, los libros que ella coge en la biblioteca. A uno le gustaría que su hija fuese lectora y, de la misma manera que la acompaño cuando empieza a caminar, también me toca acompañarla cuando empieza a leer. Supongo que en ese itinerario habrá muchas teorías y más prácticas. Yo carezco, por el momento, de discurso teórico y mi práctica es sencilla: no forzar, leer juntos y tratar de que disfrute del momento de la lectura. 
Y, en ese placer compartido, uno descubre autores que nunca había pensando leer, textos valiosos, comprometidos con valores, la belleza estética del libro como objeto que, en ocasiones, se pierde en la literatura para adultos. 
Suficientes argumentos como para aprovechar ese tiempo de felicidad con la lectura compartida y, a partir de este momento, escribir de vez en cuando en mi Archipiélago sobre literatura infantil.
Y, a todo esto, una pregunta, ¿qué etiqueta pongo? No usaré la de literatura infantil. Las etiquetas y los géneros están bien por razones comerciales, para fijar pactos de lectura y análisis filológicos. Pero en la bitácora de un aficionadillo no cabe. Hablo de literatura sin más. Y las etiquetas del autor, como en lo que venía haciendo hasta el momento. Es mi pequeño grano a la reivindicación de la literatura infantil como literatura con mayúsculas.

lunes, 30 de marzo de 2015

Otra película imprescindible de Clint Eastwood

Foto: Imdb


Clint Eastwood firma con El francotirador otra de sus películas imprescindibles. No sólo por los momentos en los que muestra su capacidad como narrador, como es la primera elipsis que nos permite conocer el carácter del personaje. 
No es eso. Lo más importante es el filme, además de entretenido, es un documento sociológico que muestra la reacción de los estadounidenses después del atentado del 11-S y la herida interna que supuso para ellos la invasión y guerra de Irak. 
Esa visión lúcida, apartada de maniqueísmos, convierten a American Sniper en un filme al que habrá que volver para comprender a buena parte de la sociedad americana.

viernes, 27 de marzo de 2015

Nota de una vida



Nota de una vida

Hacía años que no hablábamos.
Suficientes para no hablar de ese silencio
ni recordar que ya no somos tan jóvenes.
Y ahora, en unos minutos
reclama una sinopsis,
una nota de una vida que, durante este tiempo,
no le intereso como no nos interesa
el silencio de las farolas, por escribir algo
con tono lírico post-moderno.
Así que hablamos como quien ve caer la lluvia,
satisfechos estar abrigados,
protegidos del frío y de la lluvia.
“Sí, nos atamos a muchas cosas, a muchos recuerdos”.

Sí, nos atamos a muchos olvidos.

lunes, 16 de marzo de 2015

El fin del mundo




El novelista estadounidense Upton Sinclair inicia con El fin del mundo (Hoja de Lata, en traducción de Pablo González-Nuevo un ambicioso proyecto narrativo al que dedicaría once libros, logrando con el tercero de ellos el premio Pulitzer.

El libro narra las andanzas de Lanny Budd, hijo ilegítimo de Robert Budd, un fabricante de armas, en la Europa previa a la Primera Guerra Mundial. Vemos su adolescencia idílica en la Rivera francesa, la destrucción que supone la Gran Guerra y el impacto que produjo en Europa.
En este sentido, el libro es como una sinfonía con tres grandes partes: una obertura alegre, pastoril; un tema central marcado por el dolor y la destrucción y un final lento, descreído y amargado y donde se busca un mínimo de esperanza.
Es un libro de lectura amena, donde el narrador omnisciente no duda en entrar y salir de la historia para opinar y aportar humor, gotas de ironía que permiten ver su ideológica, un socialismo americano y que es la óptica con la que enjuicia esos acontecimientos.

Recomendado para: lectores interesados por la historia y que disfrutan con las novelas con numerosos personajes,casi corales.

martes, 20 de enero de 2015

Charlie Hebdo, la libertad de expresión y la democracia



Como a tantos en Occidente, la masacre en la redacción de Charlie Hebdo y el ataque a un supermercado en París me ha indignado, primero, para, a continuación, sorprenderme el elogio desmedido de la libertad de expresión. Aunque reconozco que, en este segundo aspecto, igual somos minoría respecto a los primeros.
Y lo digo por lo siguiente. A estas alturas, en Occidente llevamos con eso de la construcción de la democracia desde 1789, incluidos, largos periodos de vacaciones. Un recorrido que nos enseña que en la democracia existen pocos valores sagrados, intocables, más allá de la propia democracia. Posiblemente no hay ningún dogma.
En sí es una paradoja, pero, seguramente, es la paradoja que permite que la democracia liberal sea el menos malo de los sistemas políticos y el que garantiza un mayor desarrollo social y felicidad personal. Después de todo, para los 80 o 90 años que podemos, como mucho, andar por este valle de lágrima lo mínimo es aspirar a la felicidad. Una fortaleza que, en su paradoja, implica una serie de rendijas por las que atacan los enemigos de las sociedades libres, aunque no sea ese el tema de este apunte.
Pongo un ejemplo para explicarme. Todos entendemos que la propiedad privada es derecho inalienable en nuestras democracias. Pero todos sabemos que no es así. Y qque el bien común puede justificar, por ejemplo, que a una persona se le confisquen sus tierras para construir una carretera. Aunque para ello se le pague y, si rechaza ese dinero, puede acudir a tribunales y defender sus derechos.
Es decir, la democracia se conjuga como un sistema de normas, de leyes y valores. Leyes a las que acudir, valores para comportarse.
Si no me gustan, las caricaturas de Charlie Hebdo, lo que hago es no mirarlas, no comprarlas y, si me llego a sentir humillado, acudir a los tribunales y asumir las sentencias. Incluso llegar a protestar, a movilizarme de forma que no vulnere el derecho a la vida y el de los otros a expresarse. Luego los jueces, si es menester, y el propio diálogo llevarán a unos y otros a moderar su posición, mantenerla, incluso corregirla. Puede pasar de todo.
Por esa razón, el atentado contra Charlie Hebdo me indigna. Porque no atacan a la libertad de expresión. A través de la libertad de expresión quieren atacar a la esencia de la democracia. 

sábado, 17 de enero de 2015

Casa Belarmino, un imprescindible



Conozco desde hace años a Juan Luis Álvarez. Así que, después de mucho insistir, en diciembre de 2013 visité por primera vez Casa Belarmino. Craso error no haberlo hecho antes. A estas alturas, hablar bien de ese local no tiene mérito. Tan sólo constata algo que muchos han pregonado. Confieso que me hubiese gustado ser uno de los descubridores. Juan Luis y Ramona; Ramona y Juan Luis han construido con sus manos uno de los mejores restaurantes de comida tradicional en Asturias.



Para abrir boca, la casa suele obsequiar con alguna joyita, como estas sardinas en aceite. Es un detalle que se agradece, relaja el hambre y guía a los comensales a los platos principales. El menú degustación es para auténticos fartones, así que mejor pedir algún plato suelto de la carta. En todo caso, en este acercamiento el Pastel de puerros no debe faltar. De obligada visita, salvo que no le guste el puerro. 




El arroz es una de las joyas que no debe faltar. Lo he probado con pitu de caleya, en la foto; y también con almejas. Fantástico en cualquier versión. Además, la tranquilidad que concede saber que te llevaras los restos en un túper, permite comer lo que se quiera. No se va a tirar ni a derrochar dinero.



Para la bodega, confíen en Juan Luis. Bien surtida y con mejores precios. Teniendo en cuenta que estas fotos son de un almuerzo para dos, entenderán que no guarde fotos del postre. En ese momento bastante tenía con mantenerme en pie. Aunque creo que recordar que, cuando llegaba el café de pota sólo se decía en la mesa: "Fantástico, todo fantástico".

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