sábado, 31 de mayo de 2008

Coelho y el Centro Niemeyer

Estábamos en el vestíbulo del Hotel Nh Palacio de Ferrera cuando Patricia, de la Agencia San Jorge, encargada de gestionar los derechos mundiales de Paulo Coelho, me preguntó si había leído algo del autor. Rápidamente pensé en algunos párrafos de El alquimista y cité los artículos que publica en El Semanal y el Manual del Guerrero de la Luz. Acto seguido quiso saber si me gustaba o no, un tema ciertamente complicado cuando estás esperando por el autor. Pero, en fin, aposté por ser sincero y decirle la verdad. O sea, que no me gusta. Como lector siento que trata de engañarme y su filosofía es una mezcla de cristianismo light y filosofia oriental (El arte de la guerra se encuentra en todo el Manual), todo ello en la coctelera del neohippismo y la new age. Y, para ese viaje, me quedo en cristianismo donde estoy muy feliz. Me quedé con las ganas de asegurar que, además, en el fondo late un paganismo anticristiano, pero me parecía excesivo.
Patricia se tuvo que ir, pero yo me quedé esperando y preguntándome el sentido de todo este montaje donde uno no era más que un figurante. ¿Es lógico que el Centro Niemeyer, que aspira a ser un centro cultural internacional, se fije en un autor al que consideras de segunda categoria, del que no tendrías dudas en afirmar que escribe peor que tu? La respuesta la encontré en el título de la exposición de Valdecarzana: un fenómeno literario, cultural y humano. Paulo Coelho no es sólo Paulo Coelho, son millones de personas que se identifican con sus libros, por mucho que a uno no le gustan. Un grupo de enfermeras de Murcia viajó expresamente hasta Avilés para disfrutar de la entrevista. ¿No se merece ese fenómeno una reflexión? Pues sí, sí cuando es un caso que trasciende culturas, lenguas, idiomas y nacionalidades. El próximo verano, al menos dos universidades españolas dedicarán su tiempo a analizar la obra de Coelho. El Centro Niemeyer lleva como bandera ser un centro democrático y eso implica abrirse a todos los fenómenos de trascedencia, como es el impacto de esos libros.
Estas propuestas nos ayudan a limpiarnos el pelo de la dehesa, a desenroscarnos de la boina y aprender que el mundo va más allá de nuestros gustos, de los blancos y negros ya que en todas las paletas dominan los grises. Y, aunque muchos lo sabíamos, siempre es sano pasar de la teoría a la práctica.
Por eso, tal como hablé luego con Mónica Antunes, la agente de Coelho, sí me gustó la exposición de Valdecarzana porque, a pesar de las limitaciones del espacio, me ayudó a conocer y comprender esa obra, a respetar al autor y a sus lectores, aunque mi opinión no se modificó.

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