domingo, 19 de abril de 2020

DUC ( y XXXV) Éramos pocos y rompió la Billy


Photo by 
Semen Borisov on Unsplash




Llevan con nosotros casi diez años. Costillina aún no había nacido y queríamos organizar la biblioteca en el salón. Compramos diez estanterías Billy y nos pusimos manos a la obra. Era octubre de 2010 y lo recuerdo perfectamente porque un fin de semana lluvioso me escapé al Ikea a comprarlas y las fui montando una a una, Costilla ayudaba todo lo que podía, procurando no forzar porque su barriga de embarazada anunciaba que estaba en la recta final del embarazo. 
Desde entonces, ahí han estado, con los libros, testigos silenciosas de nuestra vida familiar, soportando volúmenes hasta ayer.
El sábado se presentaba tranquilo. Cumplía mi rutina diaria hasta que, al colocar un libro (no recuerdo cual) la balda cedió. No fue una cada catastrófica, los gruesos tomos de un tomo de historia y un libro de Moebius evitaron la caída. El ruido de un juguete de hojalata reconvertido en adorno avisó a Costilla de que algo malo estaba pasando. Cuando llegó al salón, yo estaba intentando llevar la balda a su lugar habitual, y casi lo logro si no llega a ser por otra que optó por seguir el camino de su hermana. Era como uno de esos dominós gigantes, sólo que con libros, estanterías y en mi casa. Un horror.
La primera solución fue sacar lo poco que quedaba en su sitio, ponerlo en el suelo y evaluar los daños. Todo apuntaba a que la estructura de la Billy había comenzado a ceder. La balda central mostraba un peligro espacio entre ella y el lateral del armario, que apuntaba a ser el origen de mis preocupaciones. 
Pensar en el cambio de estantería se me antojaba complicado. Así que decidimos arreglarla. Un primer intento terminó en fracaso. Con las baldas puestas, comencé a poner libros y las estructuras volvieron a caer. Es la ventaja que tiene mi licenciatura en la Universidad de Miskatonic, que sirvo para casi cualquier cosa.
Después de varios intentos logramos que todo volviese a su sitio y eliminar la peligrosa holgura. Bien, de nuevo, la prueba de carga, la fundamental prueba de carga. 
Nunca había vivido con tanta emoción el simple hecho de colocar libro. Deje para al final la balda central. Empecé por la más baja y luego las siguientes. Terminaba una línea y esperaba unos segundos. Al ver que no cedía, iba a por la siguiente.
Después de cuatro horas, todos los libros regresaban a su lugar, no su espacio pues el orden alfabético en el que estaban se fue al carajo.
Lo único bueno de todo este lío fue una mañana entera haciendo ejercicio (masa muscular y flexibilidad) y romper las rutinas habituales. 

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