jueves, 7 de junio de 2007

Premio para Gore

Ya tenemos el primero: premio para Al Gore. Nunca nadie ha debido tanto a tan poco. Su papel de narrador y unas cuantas conferencias a no-sé-cuantos-millones le reportan un oscar y un Príncipe de Asturias. No está mal para un tipo que, en una campaña electoral yanki vio como un alumno de Primaria escribió en la pizarra: potatoe. Y fue él corriendo para corregir y escribir: patatoe, provocando la risión general en el Imperio. En El Cerilleru, por menos, te llaman tonto. Bueno, ahora tendremos toda las hagiografías del mundo en la prensa regional, así que podremos saber con exactitud porque motivo se negó a firmar cuando era vicepresidente el Protocolo de Kioto para frenar la emisiones de CO2, que ahora tanto denuncia. ¿Y fue bajo la presidencia Clinton-Gore cuando los yankis se negaron a firmar el Tratado Penal Internacional para evitar que sus soldados fuesen juzgados por presuntos delitos contra la humanidad por tribunales no estadounidenses? Mala memoria la mía, tendré que repasar los méritos para merecerse tan alto reconocimiento. Seguramente en su discurso desvelará cómo fracasó en su intento de frenar el ataque con misiles contra Sudán durante la segunda presidencia. Clinton mandó apretar el botón porque, en esas puntos, se fabricaban armas químicas, según la inteligencia militar. Aunque, al final, era una fábrica de leche en polvo para niños africanos, lo que demuestra que inteligencia y militar igual son términos contradictorios entre sí. De su paso por la Casa Blanca también nos queda la invasión de Somalia que, además de no arreglar nada, sirvió para una entretenida película de Ridley Scott, el Black Hawk Down. Mira por donde, igual le dan el premio de las Artes y se ahorran un invitado. Aunque siempre podrá decir que la culpa era de Clinton y él decía que todo eso estaba muy mal, que lo suyo era el ecologismo e Internet (de la que se atribuyó su invención en otro notable episodio en su carrera) mientras que Clinton apostaba por las becarias y lo bélico.
Si este es el primero, ¡cómo serán los demás! Agárrense, que hay curvas.

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