domingo, 7 de enero de 2007

Mis viajes en tren

Hablamos de la barrera ferroviaria para descubrir una situación imaginada por unos pocos al comprobar el producto de la historia de la comarca y su crecimiento con Salinas como verdadera fachada marítima y la ría como cloaca central en una división del territorio que concentraba la población en la margen izquierda y la industria en la derecha. Tratamos de cambiar los desatinos de esa historia y modificar nuestra visión de la ría, transformar ese espacio insalubre en un foco de vida como lo fue en el pasado. Aunque no, no es de eso de lo que quiero escribir. Frente a esa concepto de barrera ferroviaria reivindico el encanto del ferrocarril, desconocido por los que apenas suben el tren y disfrutan de sus características. ¿No será una delicia viajar hacia Avilés y descubrir, a lo lejos, como nace la cúpula del Niemeyer y verla en diferentes perspectivas hasta que llegamos a la estación? ¿ O marchar de la ciudad y ver como esa gran plaza abierta al mundo nos despide? Tal vez estamos planteando un problema donde no lo hay, de ahí la dificultad para encontrar una respuesta. Tal vez por eso las posibles soluciones no acaban por convencer a nadie y se vea, con temor, una posible repetición de la obra de la dársena de San Juan para, después de veinte años, volver a cambiarlo todo perdiendo un montón de dinero y tiempo. O igual el problema es la barrera automovilística más que las vías de Renfe y Feve.Sólo que aquí, con tanto ardor guerrero, igual perdemos uno de esos recursos turísticos y por los que tanto se trabaja en una comarca como la nuestra, necesitada de empleo y riqueza. Y que luego no podemos volver a recuperar.

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