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De todas las noticias de la semana pasada, me quedo con los planes de Donald Trump para comprar Groenlandia. Parece propia de otra época, de cuando compraron Alaska o las Filipinas. La Casa Blanca no se ha pronunciado oficialmente sobre el asunto, pero tiene su miga.
No creo que la operación sea por las riquezas naturales de Groenlandia. Yo apuesto por su importancia geoestratégica. Y es lo que me da miedo.
Me explico.
Miren el mapa. Groenlandia es esa gran isla, en el Atlántico, a la derecha de Canadá y justo debajo del Ártico. Todo un territorio de hielo. ¿Hielo? ¿Quién ha dicho hielo?
El calentamiento global ha incrementado las posibilidades de navegar el Ártico y, a su vez, cada vez parece más probable la explotación minera de sus recursos.
No sé si recuerdan que hace unos años los rusos se las afanaron por organizar expediciones científicas que llegaban al fondo del Ártico y todo eso.
O sea, que una geopolítica del calentamiento global, Groenlandia pasa de ser una isla grande en medio del Atlántico al vestíbulo del Ártico. Un emplazamiento de gran valor para vigilar a los rusos y asegurar el dominio americano sobre el que puede ser uno de los mares del siglo XXI. El otro es el Pacífico y ahí ya se pega con China.
De ahí que lo más inquietante de todo esto es que si es verdad la operación de compra, el calentamiento global es irreversible y las grandes potencias ya comienzan a prepararse para ello.
Tranquilos, que nosotros seguiremos a lo nuestro.
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lunes, 19 de agosto de 2019
Se compra Groenlandia
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