domingo, 9 de noviembre de 2008

Por tierras de Caravia

La autopista nos acerca hasta Caravia en un abrir y cerrar de ojos. La carretera nos lleva a Caravia, La Alta. Las casas se desperdigan a lo largo de la carretera. Algunas son elegantes y hablan de un pasado ilustre, de las historias triunfales de los emigrantes que regresaron con dinero. Algunos carteles anuncian promociones inmobiliares, nuevos chalés para el territorio.
Uno encuentra en estas calles una extraña belleza, una tranquilidad y se forma la impresión de que los vecinos son felices con este pueblo, con esta geografía tan humana y cuidada.
Visitamos el Arenal de Moris, playa donde conviven los surferos disfrutan de su propia zona. De camino hacia Caravia La Baja, paramos en el Babú, un restaurante de lujo y copete, donde disfrutar de la buena comida y la conversación.
El urbanismo de La Baja es diferente, más apelotonado, con menos intimidad. Las casas apenas respiran entre sí. No hemos cambiado de concejo pero las huellas del tiempo son diferentes.
Las dos Caravias nos han gustado y, de regreso a casa, nos prometemos regresar algún día.

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