sábado, 20 de septiembre de 2008

Perdonen que no responda

Perdonen que no responda, ni que lo haga en los próximos días. Y es que uno, a pesar de su torpeza informática, se ha dejado unas cuantas entradas programadas para alimentar su vicio de bitácora, vicio virtual pues uno ha lanzado los mensajes anteriores y los de los próximos días como los náufragos las botellas al mar con su mensaje, sin saber cómo se leerán, sin saber a donde llegará. Aunque, a diferencia de aquel, uno conoce que a estas islas arriban lectores: amigos algunos, peleones otros; animadores de debates y, no sé si por mala conciencia social, compañeros de viaje.

Y es una pena no disfrutar de su presencia, de las recriminaciones y matizaciones, de lo que uno aprende y desaprende con esta bitácora que le ha dado mucho más de lo que nunca había esperado. Sí, escribir me gusta como lo atestiguan mis muchas horas delante de la pantalla, delante de la hoja; pero también me gusta leerlos y su compañía, la de las caras que conozco y las que ignoro, los aplausos y los tirones de orejas; las discrepancias y las voces comunes.

Con esa ausencia, me queda el consuelo de que debatan entre ustedes, que uno disfruta de un merecido viaje de ensueño. Y, al regreso, ya me contarán que tal les ha ido.

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