miércoles, 23 de mayo de 2007

Pelis de miedo japonesas

Agotados por saturación todos los excesos de las sagas yankis de miedo, desde Fredy hasta Jason; sin posibilidad de hacer nuevas secuelas para las casas encantadas y con los clásicos más vistos que un tebeo y sin talento para darles el encanto que se merecen los vampiros, licántropos y demás monstruos, los productores gringos descubrieron hace años el filón que supone el género de miedo en el lejano oriente. Sobre todo en Japón. Esa mezcla de exotismo, modernidad y tradición se convierten en un elemento muy sugerente, con gran poder cautivador para los occidentales. Y ahí se lanzan de pleno, a explotar películas de miedo para ver en los cines comiendo palomitas.
Y viendo una de esas (El grito 2, no sé si calificarla de pésima o muy mala), caigo en la cuenta de la diferente cosmología que nos ofrecen. En nuestras películas, el origen del mal se puede identificar, verbalizar y combatir. Incluso en más de una película, el bien vence al mal. Drácula muere, Fredy regresa al infierno y todos seguimos tranquilos. Y no faltan herramientas para sobrevivir al mal. Sin embargo, las pocas películas japonesas que he visto del género son diferentes. El origen del mal se presenta muy difuso. Incluso parece predeterminado. Y, desde luego, ni se puede hacer nada para vencerlo ni para alejarse. En todo caso, tenerlo muy confinado y tratar de no acercarse, o que no se te acerque, porque un vecino cabroncete te puede pasar la maldición como quien no quiere la cosa y fastidiarte la vida.
Es, sin duda, una visión del mundo diferente, donde el hombre no deja de ser una especie de junco que soporta los vientos de la vida y que, con más o menos suerte, puede crecer en las riberas del palacio imperial o en un fanagal de Tokio. Yo, por si acaso, prefiero mis pelís occidentales de la Hammer.

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