jueves, 8 de octubre de 2009

La intolerancia frente a la manipulación

Hoy se estrena Ágora, la nueva película de Alejandro Amenábar cuya tarea de promoción le llevó a visitar el Centro Cultural Óscar Niemeyer, entre otras actividades. Se presenta como la película más cara del cine español, con un presupuesto de 50 millones de euros, cuando el récord en taquilla lo tiene El orfanato, con 24 millones de euros. Cifras que demuestran la apuesta y el riesgo de los productores con Amenábar, al que se le reconoce el talento para hacer cine, aunque con guiones tramposos y tendenciosos, incluso un tanto vacíos.
En la promoción de Ágora, Amenábar ha hablado de la intolerencia y el conflicto de religiones, poniendo como ejemplo la dureza de la Iglesia católica cuando ejerció el poder y dejó de ser un grupo minoritario y perseguido, aunque él prefiere utilizar secta, seguramente con ánimo tendencioso. Cierto es que a lo largo de la historia, los momentos en los que la Iglesia ha estado más pegada al poder terrenal es cuando más ha sufrido, cuando más se ha desviado de su finalidad. Juan Pablo II ya pidió perdón por esos errores y los católicos, además, lo hacen a diario.
Sin embargo, lo que uno no entiende porque un hombre de talento como Amenábar recurre a la mentira para sus argumentaciones, aunque uno intuye que lo hace para poder sostener su artificio intelectual. Me explico. Ágora narra la historia de Hipatia o Hepatia (he leído las dos expresiones) de Alejandría, la astrónoma más famosa de la antigüedad asesinada por motivos que nunca se aclararon. La historia nos dice que Hipatia murió a la venerable edad de 60 años, con lo que, seguramente, no tendría la bella imagen de Rachel Weiz, o como se escriba. La primera en la frente, cambia los rostros para orientar la simpatía del espectador hacia quien quiere.
La actividad promocional atribuye el asesinato a la intolerancia cristiana frente a los paganos. Sin embargo, la historia nos enseña que tras la muerte de Hipatia no hubo más asesinatos de paganos y el propio paganismo siguió existiendo en Alejandría durante un buen tiempo. Parece poco probable que el símil fuese la intolerancia religiosa, si no más una pelea por el poder político. De hecho, la riqueza cultural del paganismo se salvó gracias al esfuerzo de los monjes cristianos y sus bibliotecas. Nada de eso cuenta Amenábar, que opta por la manipulación frente a la intolerancia. O sea, ejerce de intolerante disfrazado para lograr el apluso de algunos.
Sus juegos, sin embargo, no pasan desparecibidos para mucha gente. En Cannes, la crítica estadounidense ya advirtió que la duración del filme (128 minutos) es excesiva y no llega a emocionar. A ello se une el mensaje anticristiano y se lee en Internet sus dificultades para encontrar distribuidor en Estados Unidos, un mercado que necesita para cubrir costes para terror de los productores que se acostaron con un manipulador y se levantan arruinados.

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