Centro Niemeyer desde la calle de Rui Gómez,
Avilés, enero de 2011
Me resulta difícil escoger mi vista preferida del Centro Cultural Óscar Niemeyer. Me parece increíble que, donde aún recuerdo lodos negros, malolientes y los restos de Ensidesa se levante esta arquitectura futurista, irreal, hecha con la misma materia que los sueños.
De todos los rincones que voy viendo, hay uno que me fascina especialmente. Es la escalera de caracol que asciende hasta la torre. Me temo que resulte inaccesible para una persona en silla de ruedas, pero, en la distancia, esa espiral me parece mágica, hermosa como una enredadera trepando por una pared, seductora como el abrazo de una mujer. No me canso de mirarla.