domingo, 11 de diciembre de 2022

Yo sigo el Mundial

 


Foto de Rhett Lewis en Unsplash

Ha sido comenzar las eliminatorias del Mundial de Catar y, mira por donde, todas las voces que hablaban del Mundial de la Vergüenza, Mundial manchado de Sangre han terminado por desaparecer de la escena. Me sorprende que, ahora, haya gente que descubra la corrupción en la organización de los grandes eventos internacionales, como si Madrid hubiese perdido la Olimpiada por casualidad. 

La defensa de los derechos humanos es algo noble y deseable, pero en todas ocasiones. Porque, sinceramente, a toda esa legión de ofendiditos por el Mundial de Catar no los escuché en las Olimpiadas de Pekín o el Mundial de Rusia que son, como sabemos, lugares ideales para los derechos humanos y la democracia. Tampoco cuando compran sus iphone o android, ensamblados en países de dudosa exigencia democrática. Y a saber la ropa que visten. En fin, mezquinos hay en todas partes y lo peor fue que, por un momento, parecía que no nos iban a dejar disfrutar de los partidos con sus gritos. 

Sería algo catastrófico, eso de perder momentos épicos como la sorpresa de Marruecos, el ejemplar comportamiento de Japón o el valor de los iraníes que protestaron hasta que les advirtieron que ellos o sus familiares serían torturados de seguir por ese camino. Ese día no comí pistachos en protesta contra Irán.

Lo que más me molesta es que se indignen por las condiciones de esclavitud que Catar sometió a miles de trabajadores que, seguramente, con ese salario, alimentaron a sus familias que dejaron en sus países. A saber las condiciones que dejaban atrás para asumir lo que les vino encima en esos días.

Y lo que me indigna es que la respuesta a esa falta de respeto a los valores democráticos sea el aislacionismo. Una de las cosas que nos enseña la historia es que el intercambio entre los pueblos genera progreso y libertad. Aislada está Corea del Norte; Japón en el siglo XIX, como todo el sudeste asiático, cuando se cerraron a las influencias de los misioneros extranjeros porque temían el efecto en su libertad. En cambio, en las naciones libres florecen los derechos humanos. ¿Será casualidad? El cambio de una mentalidad es un proceso lento, que necesita de un largo camino y que no se va a lograr montando números que nadie de los implicados entiendo. Mientras tanto, que nos dejen disfrutar de lo que puede ser un mundial sin finalistas europeos desde 1950.

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