La primera frontera que conocí en mi vida era la que separaba a España de Francia. Y, años más tarde, en Estambul esa sensación de extrañamiento se repitió al comprobar que, habiendo cambiando de continente, el cielo seguía siendo igual.
Así, como sucede con mucha frecuencia en la vida, somos nosotros los que nos ponemos las barreras, los que optamos por el camino más difícil obviando lo que resulta más sencillo en la vida; los que nos olvidamos de la hermosura, para preocuparnos por las cotizaciones de la bolsa; los que no alcanzamos a disfrutar de lo imprescindible para obsesionarnos por lo que ya ha caducado.
Feliz fin de semana.