domingo, 18 de julio de 2010

Semana Negra y el Intercéltico

Cada año, la Semana Negra de Gijón es más fiesta y menos el festival cultural con el que arrancó. En 2010, sólo cuentan con dos exposiciones, la de cómic y la del dolor humano de todos los años. También hay soldaditos de plomo, que son una pasada, y figuras precolombinas. Se adereza todo con las charlas de siempre. Se diría que congelan a los ponentes y los recuperan para seguir con el discurso del año anterior, siempre muy progre, muy antiempresa, aunque todos ellos vivan de empresas que les dan de comer y donde callan ante las injusticias.
Sin embargo, como avilesino, cada vez que visito la Semana Negra siento sana envidia por los gijoneses, sobre todo por cómo ellos cuidan sus festival y nosotros lo que hacemos en nuestra casa. Y es que, puestos a comparar el Intercéltico con la Semana Negra, ellos nos dan hasta en el cielo del paladar. Y eso que el Intercéltico se mantiene bastante fiel a la idea original.
Pero luego nadie en Gijón te permitirá una crítica a la Semana Negra más allá de la que encabeza este apunte y que todo el mundo lo reconoce. Sí, muy bien, hay bocadillos y caballitos, venta ambulante y juegos de azar. ¿Y dónde está lo malo? Te admiten la crítica, pero nadie te permitirá que utilices el verbo suprimir. Todo lo contrario que en Avilés.
En Gijón, el Ayuntamiento apoya año tras año a la organización, todo lo contrario que en Avilés.
La organización asume errores, busca complicidades y no duda en ser flexible cuando es necesario, todo lo contrario en Avilés.
Paseando por Semana Negra y oliendo a churro y chorizo de Caborana a la plancha, uno entiende porque estos gijoneses son la primera ciudad de Asturias y nosotros, los pobres avilesinos, luchamos por mantenernos en el bronce. El problema está en nosotros.

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