martes, 15 de enero de 2019

Memoria de Juan Cueto

Foto: Alex Piña




Muchos y más autorizados que yo han escrito sobre Juan Cueto. Aquí os dejo el enlace al artículo de El Comercio que repasa su vida y permite conoce su importancia.
Pero como no estoy exento del sentimiento de orfandad que provoca su muerte no me resisto a evocarlo.

Juan Cueto era una parte de mi paisaje familiar gracias a un par de anécdotas. Recuerdo verlo en noticias en Panorama regional  y siempre me fascinaba su estudio repleto de libros, con su purito holandés y determe a estudiar lo que decía.
La primera vez que entró por mi casa fue con un regalo de mi padre. No era don Ángel una persona de grandes gestos, pero un verano me sorprendió, nos soprendió a todos. Por su cuenta y riesgo había ido a la Feria de Muestras de Gijón y compró Exterior noche, una memoria sentimental sobre el cine, que leí varias veces. Una delicia.
Con el tiempo, regresaría a la familia bustiano. Su barroco prólogo de El tesoro de los lagos de Somiedo alimentó muchas tertulias y conversaciones, casi tantas como el propio libro de Mario Roso de Luna.
Después de leer Exterior noche siempre estuve atento a sus columnas, entrevistas, reflexiones... Avanzaba el futuro, nos permitía entenderlo antes de que llegase. Recuerdo, ahora, un artículo en Cuadernos del Norte  donde resumía el siglo XX como el siglo de la velocidad. Y ahí hablaba del vértigo de la sociedad actual.
La última vez que tuve el placer de escucharlo fue en la entrega de las Sardinas de Oro. Reflexionaba sobre la necesidad que tenía Avilés, y también Asturias, de buscar una transición entre el gótico industrial que representaba Ensidesa/ArcelorMittal y la nueva economía, la nueva sociedad del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer. Y, con la brillantez de un genio, definía los retos que actualmente afronta mi ciudad.
Sin duda, lo echaremos de menos.

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