
Tal vez, por inesperada, Primera Nevada fue una de las sorpresas más gratas del año. La historia es sencilla. Jimmy Starks (Guy Pearce) es un ejecutivo ligeramente trepa y sin escrúpulos. Capaz de hacer lo que sea para salvar su pellejo. Mientras reparan su coche por una avería en la carretera, decide que un adivino le lea el futuro. El augur le vaticina que morirá con la primera nevada. Y, aunque se encuentran en Nuevo México, la noticia altera profundamente la vida de Starks. Un cambio que implica una redención personal y la titánica lucha contra el destino.
La película me sorprendió por su contención y por cómo el paisaje desértico y desolado de Nuevo México se funde con la vida de los protagonistas, sujetos a esa mismo vacío. Tan sólo un hecho sobrenatural es capaz de una revolución existencial.
Además de la propia calidad artística, se trata de uno de esos filmes de cine-club, de los que dan pie para horas y horas de charla, reflexiones sobre la actitud ante el futuro, el destino, Dios, incluso tratar de dilucidar si la nieve que se cita es una metáfora.
Habrá que seguir la carrera de Mark Fergus.