lunes, 2 de noviembre de 2020

Antidisturbios

 



Es la serie de moda. Y no me extraña. Los seis episodios de Antidisturbios que narran la historia de la unidad Puma 93 o Puma 96 (en todas partes leo lo primero, pero yo creo haber visto el 96) no se ven, se devoran. Termina el capítulo y te sorprende que hayan sido cuarenta minutos porque la impresión es que han sido sólo dos o tres. Rodrigo Sorogoyen, Borja Soler e Isabel Peña narran con pulso firme las aventuras y desventuras de estos policías. Corrupción y política van de la mano en una serie que debería interpretarse como una gran película. Los actores se encuentran en estado de gracia. Todos, sin excepción. 

Y luego está la polémica. No podía faltar. El gran acierto de la serie es no elogiar a los Antidisturbios ni tampoco criminalizarlos. Con la prudencia que no me da conocer a ningún integrante de la Unidad de Intervención Policial me atrevo a afirmar que la gran virtud de la película es presentarlos como personas normales, ciudadanos de carne y hueso, con sus problemas y sus dudas, con sus vicios y pasiones; que sufren en su trabajo como sufren todos los trabajadores y que sólo esperan en tener un reconocimiento social por una tarea tan ingrata como necesaria. 

El mío, al menos, lo tienen. 

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