martes, 13 de abril de 2010

Las feminazis



Durante la mitad del siglo XX, el movimiento feminista realizó una gran aportación a la cultura política de las sociedades democráticas. En un contexto como el occidental donde en países como Estados Unidos se asumía con normalidad el racismo, el movimiento feminista contribuyó a romper otro tabú: la igualdad real entre hombres y mujeres. Durante varias décadas, su trabajo fue intenso y callado hasta permitir avances que en su momento eran impensables.
Hoy en día, nadie discute la igualdad del hombre y la mujer, el deber de una sociedad democrática de permitir que todo el mundo desarrolle sus capacidades con independencia de su sexo o raza. El feminismo ha alcanzado tantos objetivos que comienza a surgir una nueva especie: las feminazis, casi tan peligrosas como los ecomierdas a quienes dedicaré otro apunte en el futuro.
Las feminazis son todas aquellas, o aquellos, que tratan de convertir una situación de igualdad en un predominio de la mujer sobre el hombre, como si una injusticia subsanase otra injusticia. Las feminazis no entienden del sentido común, sino de géneros (aunque en español nada tenga que ver esa palabra con el sexo) y de una visión totalitaria de la vida, donde, con frecuencia, les gusta jugar con la libertad de los demás, generalmente para recortarla.
Ejemplos de una buena, o bueno, feminazi hay varios. Desde las que critican a las mujeres que optan por dejar de trabajar para dedicarse a su familia y las califican como alienadas a las que cuestionan los cuentos infantiles, como si Cenicienta no pudiera bailar con el Príncipe. ¿Acaso quiere que lo haga con el caballo? Ejemplos hay cientos, para llenar una bitácora. Termino con uno que me impactó. Hace varios meses, una feminazi afirmaba que contratar personal doméstico era machista, puesto que el personal doméstico suele ser feminino y cuando lo contrata un matrimonio donde ambos (hombre y mujer) trabajan es porque el hombre no asume su cuota de tareas domésticas y la mujer sí. Y se quedó tan pancha.

Photo: escaneada de un antiguo ejemplar de ABC, no recuerdo la fecha. Simpatizantes nazis queman libros en Alemania.

Avilés, la ruta del acero

Tiene suerte Avilés con el arte público. A diferencia de Gijón o de Oviedo, no existe un discurso monotemático, sino que se citan con frecuencia diferentes sensibilidades que, además, suelen ser muy sensibles con el entorno.
La última prueba es La ruta del acero que ayer se presentó a los medios de comunicación. Siete esculturas con diferentes lecturas que se instalarán en el paseo de la ría. En cierta manera, es una corrección al paseo de los tulllidos de la primera parte, esa especie de cacharrería industrial con trozos que van al oxidado puente de San Sebastián a fragmentos de la actividad industrial sin ningún tipo de explicación ni discurso: ni artístico ni museológico.
La ruta del acero recuerda, una vez más, el alma siderúrgico de nuestra comarca y buen parte de Asturias. Al tiempo que pide a gritos un Centro de Interpretación, Museo o como se quiera llamar que nos permite conocer a todos cómo es la fabricación siderúrgica y, sobre todo, la vinculación de Ensidesa con la comarca.
Tal vez sea demasiado pedir para abril. Los Reyes Magos siempre vienen en enero.

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