sábado, 5 de junio de 2010

La nueva ola

La bancarrota de Hungría alimenta la desesperación y el pesimismo. La crisis económica, esa que no existía (José Luis Rodríguez Zapatero aún debe pedir perdón a los españoles por las tonterías que ha dicho sobre la crisis) sigue creciendo y comiéndose víctimas. Se zampa estados con la facilidad con la que uno entra en El Goloso y se compra un par de nubes, tres regalices y una barrita de chocolate.
No me creo eso de que la salida de todo esto se encuentra a la vuelta de la esquina. Nos quedan años complicados, años difíciles. Los recortes que han comenzado en España van a seguir. Se acaba el chollo para un montón de gente que ha vivido de subvenciones, adiós a cursillos, hasta luego semanas negras y, en las próximas fiestas, si queremos verbenas tendremos que, como en el chiste, pedir al gobierno de turno que nos enseñe los brazos para ver venas, mirarlas, mirarlas...
Lo único que encuentro de positivo en todo esto será que la sociedad deberá ser más solidaria, que el voluntariado cultural, social, deportivo, deberá aumentar, que todos deberemos acercarnos y unir esfuerzos porque ese Estado que tiraba de talonario se agota. Es fácil gestionar con la cartera llena, ahora toca el momento del ingenio, de tirar de talento, de sacar lo mejor de nosotros.
Pienso en los políticos que conozco y sólo salvaría un par de ellos, en realidad, uno (pongo otro por margen de error). Con el resto, no saco ni para medio tonto. ¿Qué hará Sol invictus sin la chequera? ¿Saltará la Pastorcilla sin dinero?
Igual limpiamos el patio gracias a la crisis. Sería otra ventaja.

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