martes, 1 de julio de 2025

Mi vida sin gafas



Foto de Bud Helisson en Unsplash


Fue una revisión oftalmológica casi rutinaria. Hacía tiempo que no acudía al especialista, pero las dificultades para la visión de cerca provocaron que venciese la pereza y pidiese cita. Y allí estaba con mis muchas dioptrías pasando la prueba de agudeza visual. Siempre me resultó amarga, no voy a mentir por eso. 
Así que después de todo el recorrido, el diagnóstico era más que claro. La edad no perdonaba así que tenía que comenzar a usar gafas progresivas. La opción de tener una gafas de cerca y otras de lejos no me la llegó ni a plantear, pero sí una alternativa que nunca había sospechado: una operación para quitarme las gafas.
¡Cómo! ¿Es posible? Si cuando empezaron las operaciones de láser me indicaron que, por mis muchas dioptrías no era aconsejable. 
Y sí, toda la vida con gafas a punto de desaparecer gracias a los avances de la técnica. Con todo lo que supone: poder ver en la ducha, acostarte sin tener que recordar donde las has dejado, adiós a los molestos empañamientos, poder ir a la piscina sin tener que recordar exactamente donde habías dejado las chanclas ni la taquilla correspondiente; el placer de poder escoger gafas de sol sólo por la estética. De acuerdo que esto último es muy superficial, pero alguna licencia me tengo que permitir.
Así que dicho y hecho. Ya estoy sin gafas, viendo el mundo como antes pero viviéndolo de manera diferente. De momento no he ido a la playa, aunque me han comentado que, para lo que hay que ver, tan poco voy a ganar tanto. 

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