domingo, 15 de junio de 2014

La corrección como escritura


Supongo que a todos los que nos gusta escribir nos ha pasado. Al principio de nuestras aventuras literarias detestamos corregir. Es algo innoble, restará la pureza primigenia, el texto perderá fuerza. Cualquier argumento es válido con tal de no corregir y entregarse a la creatividad.
El tiempo y las lecturas demuestran lo contrario. Que es necesario pulir los textos, dejarlos reposar para que te indiquen el camino, para saber si puedes molestar o no con ellos a los lectores. 
Empiezas, entonces, a corregir. Pero es una fase de la escritura totalmente diferente a la creación original. Es más cansada y, hasta cierto punto, dolorosa. Obliga a romper páginas y páginas; a introducir variantes nunca previstas. Se asume como algo inevitable, pero aburrido y pesado.
Pero entonces llega un momento en que la corrección cambia su sentido. Se empieza a disfrutar con ella. Es una parte de la escritura tan divertida como la propia creación. Esta es un conjunto con diferentes fases y, olvidarte de la corrección, relegarla a un lugar secundario, implica el riesgo de no aprovechar todo el potencial de un texto.
Me ha sucedido con la corrección del Dietario. No sé si algún día verá la luz, pero ahora que estoy corrigiendo los años 2005-06 disfruto tanto como escribiendo el de 2014. Comparo la evolución de la escritura, del estilo; cambio, pulo y disfruto. Porque, al final, de eso se trata, de ser feliz.

domingo, 8 de junio de 2014

La nieta del señor Linh


A algunos libros llegas por felices casualidades. Una exposición dedicada a  la literatura francesa en la biblioteca del Ateneo de La Calzada provocó que en mi mochila terminase La nieta del señor Linh de Philippe Claudel (editorial Salamandra, traducción de José Antonio Soriano). Es un libro pequeño, unas 128 páginas, y que prácticamente se lee de un tirón. 
La ternura y la humanidad de la historia enganchan al lector nada más empezar, lo que incluso motiva que se perdonen algunos fallos menores que aparecen en la narración. El señor Linh es un refugiado que, en su país de destino, entabla relación con un hombre. La diferencia de idiomas y cultura no impide la comunicación entre ambos. La ternura y la bondad son lenguajes universales. La narración evita las aristas políticas para centrarse en la relación humana, donde no falta una lectura metafórica de los espacios.
Cuando terminé la última página quedó ese sabor de haber disfrutado de la escritura de Claudel y la necesidad de secar un par de lágrimas. 
Un libro absolutamente recomendable, como lo demuestra el gran éxito que ha tenido.

Photo: http://salamandra.info/libro/nieta-del-senor-linh

domingo, 1 de junio de 2014

Cristo en Manhattan

Existen muchos Fernandos y todos están en mí... En Cristo en Manhattan expongo mi vertiente religosa, creyente. Este es el primer texto que escribí en su día y que abre la serie en la que voy trabajando.


Abadía de Viaceli, Cantabria.


Bienaventurados los accionistas de Lehman Brothers, porque ellos sabrán lo que es la pobreza.
Bienaventurados los hambrientos, porque desconocen el Big Mac.
Bienaventurados los sedientos, pues no se refrescan con Coca-cola (marca registrada, reservados todos los derechos); bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos no se han ilusionado con las promesas de los políticos, las habladurías de los medios de comunicación, las campañas de mercadotecnia.
Bienaventurados los hipotecados, porque conocerán lo que es la libertad.
Bienaventurados los que pasan calor y frío, porque descubrirán un hogar de verdad.
Bienaventurados los que no cobran bonus, no cumplen objetivos, no baten incrementos de productividad porque desconocen lo que es la avaricia.
Bienaventurados los que no celebran la Séptima ni la Cuarta, los que no celebran el Triplete ni al equipo pentacampeón, porque no adoran al Becerro de Oro.
Bienaventurados los que no confían en Barack Obama, porque aún conservan la esperanza.
Bienaventurados los que no pasan dos horas diarias frente a la televisión, ni conectados al emepe tres ni navegando por Internet porque así podrán descubrir el silencio.


Perfecto, adelante con la publicidad.

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