martes, 22 de mayo de 2007

La derrota de Nadal

Lo vimos el pasado domingo por televisión. Nadal, ese tenista tan joven, perdía en tierra batida después de dos años y medio de victorias consecutivas. Fue ante Federer, un tipo que, de vez en cuando, encaja dos derrotas seguidas y se excusa proclamando ante el resto del planeta que él es humano y, por eso, tiene fallos. El caso es que la derrota de Nadal, después de tantas victorias, es un alivio, un respiro para él. Al menos esa es mi teoría y es de lo que voy a escribir hoy.
El chico comenzó a ganar y ganar. Sumó tantas victorias que llegó a una plusmarca que cada vez proclamaban los medios de comunicación con más fuerza. Primero fue el tenista de Mallorca con más victorias, después de España y la bola fue sucediendo hasta convertir cada partido en un momento histórico. Y, con él, la dimensión era también histórica. El rival ya no jugaba una eliminatoria previa (unos octavos de final, por ejemplo), sino que sabía que, en esa victoria, aunque luego no pasase de cuartos, entraría en la historia, en los listados de las agencias de publicidad, tan importantes para el deporte, porque él, ese tenista de mozambique formado en Harvard, había roto los dos años o los dos años y medio de victorias consecutivas de Rafael Nadal. Y Nadal se encontraba en idéntica situación. No iniciaba un torneo, sino que cada partido, cada calentamiento añadía épica a un récord que, hasta donde sabemos, él no había buscado. Y así fue creciendo la montaña hasta la derrotada del domingo y, con ella, el descanso, el saber que sólo deberá jugar por jugar, jugar por ganar, sin el fantasma de la historia sobre sus espaldas.

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