miércoles, 11 de febrero de 2009

Adiós, Eluana

Adiós, Eluana, adiós... Nunca debimos conocernos, ni nunca ver tu sonrisa en el periódico. No estaba en nuestros planes, pero la historia nos ha puesto así, frente a frente. A uno como espectador no invitado a la tragedia de dolor que ha vivido tu familia durante los últimos diecisiete años, que se escribe pronto. Diecisiete años de dolor, con el alma destrozada. En ese tiempo, mis padres me vieron crecer, estudiar, enamorarme, trabajar, pasar la vida con sus alegrías y tristezas delante de ellos. Sin embargo, Beppino Englaro no. Él vio los marcadores de constantes vitales, el índice del nivel de oxígeno en la sangre y el cuerpo yaciente de su hija; el corte de pelo que encargaba cada mes, la lucha contra las escaras...
Así, diecisiete años hasta decir basta. ¿Y quién soy yo para juzgar ese dolor, esas vidas destrozadas? ¿Con qué moral puedo tachar a Beppino de asesino? No, no puedo alzar mi voz. Ni debo.
Adiós Eluana, adiós. No puedo utilizar el verbo juzgar, ni opinar, con tu familia y los duros momentos que han debido superar. Tan sólo abrazar, orar, acompañar para que en la soledad que queden cuando se apaguen las luces y el circo se desmonte no les venza el dolor ni el remordimiento.

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