domingo, 20 de mayo de 2007

Yony G y el spining




Este fin de semana de lluvia y niebla, de borrina que decimos en Asturias, es ideal para encerrarse en casa, incluso no acudir al Certamen del Queso y el Vino en La Magdalena y buscar el mejor cabrales, recordar el poderoso idiázabal y tratar de descubrir algún queso nuevo. O probar el mejor queso de Asturias, un premio que da un grupo de amigos del queso, del que no recuerdo su nombre. Con Andrés Navarro al frente es una garantía de seriedad y saber quesero.

Bueno, seguramente acabe visitando la feria con la señora, pero mientras llega el momento, uno se pasa el día tirado en el salón, leyendo la prensa y tratando de desentrañar los misterios de las encuestas: el candidato más valorado puede perder las elecciones; un gobierno bien valorado se acerca a la oposición; el candidato que suspende en valoración se convierte en favorito para gobernar... Uff, me alegro de la cuarentena en este territorio, porque la semana política que viene será muy intensa y los candidatos van a medir las palabras, líneas y filetes de los medios. Al margen de su valoración.

Y, en esto, zapeando por la tele, aparece un tal Yony G. Ya sé que en inglés lleva una jota y una hace, pero me gusta españolizarlo de esta manera. Nos presentan al tipo como ex-ciclista profesional. Tendré que preguntarle a Huerga, que es una enciclopedia andante para esto del deporte y que tan pronto de aclara los goles de la final de un Mundial como el desarrollo que usaba Bahamontes en las etapas alpinas, las que terminaba tomando helados en la cima porque tenía miedo a los descensos.

Bueno, ese Yony G. aparece con tipo de actor secundario de un telefilme, del que sospechamos que es el asesino, pero al final no pasa de un republicano adicto al porno de los canales de pago. Pero, sobre todo, lo anuncian como inventor del spining al tiempo que el tipo sonríe de oreja a oreja, con un boca como si fuese un buzón de correos. Y uno, en ese momento, descubre la razón de la existencia de los sobres americanos, tan alargado. Así pueden entrar en la boca de Yony G y nuestro ex-ciclista profesional tiene un modelo para sonreír.

El spining no es el arte de explotar espinillas, que lo inventaron en La Calzada. El spining es algo así como juntar en una sala un montón de bicicletas estáticas en una dirección, menos una, que mira a las demás. El secreto es que todo el mundo pedalee al mismo tiempo, con música de fondo y un guía que se pone en esa bicicleta separada. El guía se levanta de vez en cuando y anima a los presentes como si fuese un entrenador de los marines, aunque ahora no emplearán esas frases homófobas de Oficial y caballero. Es un viaje imaginario donde se suben y bajan montañas que te señala un tipo, con lo triste que es que imaginen por uno, cuando los sueños de uno te permiten ganar el Tour y, rodeado, igual te das cuenta que, en los Pirineos, pierdes todas las opciones a la general. La gente va, suda, pero suda en compañía y a ritmo musical y con un tipo de te anima o te grita que el culo no te puede pesar, ignorando que, si a uno no le pesase el culo, no estaría aquí, sino leyendo, que se está mucho mejor.

Pero lo sustancial es que eso tiene inventor registrado y patentado, que debe estar disfrutando de su piscina en Malibú, mientras yo busco temas para escribir en el Archipiélago. Y el tipo nos da la razón de su descubrimiento: "Quería ayudar a la gente". Así, tan tranquilo, demasiado convincente para ser un actor secundario y, ante tanta revelación, a uno no le queda más remedio que levantarse del sillón y felicitar a la afición: "Caray, ¡cómo son los americanos! De una tontería montan un negocia. No, si ya sabía yo que lo de la Coca-cola no era casualidad."

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