jueves, 17 de diciembre de 2009

26-22

No es el resultado de ningún partido de balomnano o un parcial de baloncesto. Es el balance del recital poético en el que participé el pasado martes, 15 de diciembre, en el Auditorio de la Casa Municipal de Cultural: 26 personas en el escenario (25 recitadores más una pianista) y 22 en el público. Entre estos también incluimos a Benjamín Menéndez, del que se proyectó su obra. Prefiero un balance en pares que en impares. No sé el motivo, en otra ocasión puede suceder lo contrario.
El recital pecó de pesado, porque dos horas se hicieron muy largas. Aunque era algo que todos los que estábamos convocados sabíamos que iba a pasar. Yo, temiendo consecuencias penales, avisé a la organizadora y recomendé prudencia temporal. Aunque fue en vano. Si es necesario, lo usaré como atenuante en el juicio.
No sé si por suerte o por desgracia, uno tiene poca experiencia en este tipo de saraos. En un alarde de sinceridad, me gustaría tener más porque significaría que he publicado algo más de lo que he hecho y gozo de cierto desprestigio o prestigio. Vete a saber porque te llaman a esas fiestas. De todos modos, hay una cosa que cada vez me produce más desazón: los lamentos jerimíacos sobre lo incomprendida que es la cultura, el arte y la belleza. Los que tenemos la suerte de dedicar nuestro tiempo a estas cosas, somos unos afortunados y no deberíamos quejarnos. Igual es necesario ser más sencillo y procurar hacer las cosas bien, con humildad, preguntando a quien sabe y escuchando.
Tan sólo basta asomar un poco la cabeza para ver la cantidad de gente que pasa necesidades, auténticas necesidades, de hambre y frío; que miden con el reloj el tiempo que pueden encender la calefacción. Esa gente sí tiene derecho a la queja y al lamento.

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