martes, 2 de noviembre de 2021

¿Quién rinde la bandera?

 


Photo by Sonya Pix on Unsplash


Llevo muchos años luchando contra Jaloguín. Tantos que el pasado jueves, en la víspera del macropuente escolar, al ver a todos los alumnos de Infantil en el colegio de Costillina,  entrando a clase disfrazados de brujas, demonios, trasgos, magos, momias y todo tipo de ser espectral, comprendí que la batalla, la primera batalla, ya estaba perdida. Posiblemente lleva mucho tiempo perdida y yo he sido el que ha tardado en darse cuenta.
Ahora, lo que nos queda, si podemos, es negociar la rendición con cierta dignidad; la suficiente para seguir disfrutando de nuestras costumbres: los buñuelos de viento, los huesos de santo; el recuerdo a quienes no están ya con nosotros... 
Jaloguín ha venido para quedarse un buen tiempo. ¿Quién se resiste a una fiesta? Y más aún cuando ofrece diversión y alegría, disfraces y dulces. Lo poco que podíamos contraponer, la representación de Don Juan, los dulces propios de estas fechas, llevan tiempo en franca retirada y casi ni los reivindican los nostálgicos. 
Celebramos, celebran Jaloguín, con la capa superficial; como sucede con la Navidad. Esperamos que, al contrario que en las sagradas fiestas de diciembre, la invasión no vaya más allá y no implique asumir una idea de un mundo triste y con miedo, donde los vivos se disfrazan de muertos para evitar ser arrastrados al más allá. Es terrible vivir con miedo.

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