Algún día se escribirá la historia de José Ángel Fernández Villa.
No tengo ninguna duda de ello. En esa vida existe un verdadero filón
literario. No creo que ningún escritor hubiese sido capaz de imaginar
una biografía similar, con un puño levantado y
con el otro recogiendo billetes. Ya tengo ganas de leer ese monólogo
del líder en Rodiezmo, gritando soflamas y pensando en el dinero que iba
acumulando; la descripción de su austeridad y modestia camino de la
delegación de la Agencia Tributaria para regularizar
su dinero...
Pero lo mejor, lo más interesante, será el relato de quienes lo
rodearon. Brota pura humanidad de ellos y, por lo tanto, no extraña ver a
quienes ahora se cuelgan medallas con enfrentamientos a Villa. Y los
tradicionales desplantes de quienes debiéndole
buena parte de su carrera y hacienda, pasado y futuro, corren a la
plaza de la Concordia para gritar: "¡Qué lo guillotinen, pureza y ética
para la clase obrera!" Tantos puestos, tantos cargos que ahora no lo conocen ni de lejos...
Y ese clásico de la mezquindad humana: "Yo ya lo
sabía, no me engañaba; me sorprendía ver como
todos los compañeros aplaudían sus reflexiones, que siempre me
parecieron pobres..." Y no olvidamos a quienes acuden ahora a ponerse medallas de su enfrentamiento, de cómo se encaraban con él, aunque saliesen derrotados o nadie lo recuerde.
Será un libro magnífico. Estoy seguro de ello.
Y como el León de Tuilla hable, más aún.