domingo, 6 de marzo de 2016

Una novela ejemplar



A lo largo de sus libros, Manuel García Rubio (Montevideo, 1956) ha reflexionado sobre la sociedad con una mirada crítica para denunciar los males contemporáneos. Una actitud que mantiene en su nueva entrega, El mirofajo (Los libros del lince, 17,90 euros), un singular libro que demuestra que se encuentra en plenitud creativa.
A partir del recurso del manuscrito encontrado, tan antiguo como la propia literatura, Rubio presenta al lector una correspondencia singular y que enlaza con una de las obras clásicas de la literatura universal. Son las cartas recibidas por el niño que, en el cuento de Andersen, descubrió la desnudez del emperador. El mirofajo empieza más allá de donde termina la narración de Andersen: con el niño en un reformatorio y su padre, Kosyk, en la cárcel por orden del emperador.
Desde ella le escribirá diferentes misivas en las que reflexionará sobre el mundo. En sus escritos aparecen dos personajes singulares: su compañero de celda, Karl, y el carcelero, Friederich, que se encarga de hacerles la pena más llevadera. Los pensamientos de Karl y la actitud de Friederich obligan a pensar en Marx y Engels, en uno de los múltiples guiños de un texto lleno de ironía. No serán las únicas referencias en una narración donde las alusiones son constantes, especialmente, a personajes de la cultura alemana, como en la página 102, donde aparecen citados Böll, Grass, Hesse, incluso Beckenbauer.
Los contenidos de las cartas evolucionarán a lo largo del libro. Primero serán más genéricas. Después, cuando Koskyk conozca la pena capital que le ha sido impuesta, acentuará los consejos sobre la vida, sobre la forma de alcanzar el éxito.
Política, religión, economía, la organización social son algunas materias de esa reflexión donde el autor evita los riesgos de la pedantería o una avalancha de erudición que agote al lector.

Manuel García Rubio. Fuente: BiblioAsturias.com

Las reflexiones son el pensamiento de Kosyk, lo que explica ciertas incoherencias que, al terminar el libro, se entienden perfectamente.?No queda ningún verso suelto y el final del libro ofrece la moraleja a la que hábilmente nos conduce el escritor.
García Rubio se cita al principio para presentar, siguiendo el modelo clásico, el texto descubierto, donde se incluyen seis ilustraciones de Luis Pérez Ortiz que forman parte de las cartas originales.
El mirofajo es una invitación a la reflexión, al sano ejercicio de las neuronas. El mérito de Rubio no consiste en limitarse a ofrecer una serie de ideas morales, de preceptos y criterios sobre el bien y el mal. El acierto de El Mirofajo es que, a la manera de Cervantes, toda la novela ofrece una lección. El pensamiento y la acción de los diferentes personajes, todos desde la voz única de Kosyk, constituyen la ejemplaridad que busca ilustrar a Rubio que, a la manera de Swift, escribe del pasado para reflexionar sobre el presente y enseñar deleitando, tal como elogia Julio Anguita en el epílogo.

Con todo, los méritos del libro van mucho más allá. No se puede olvidar la capacidad de El mirofajo para alimentar el debate, situar al lector frente a las ideas expuestas y reflexionar, bien en solitario o debatir en la compañía de más personas cautivadas por la escritura de Rubio. Que no serán pocas. Eso espero.


Publicado en el suplemento 'Culturas' de La Voz de Avilés-El Comercio el 5 de marzo de 2016. Página 5.

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