Sala de partos, Hospital de Cabueñes,
Gijón, 25 de noviembre de 2010
La foto de este apunte es muy especial. Son mis pies en el Hospital de Cabueñes, al lado de la cuna donde Costillina ya deslumbraba al mundo con su juego de manos. Descubrir la vida en los ojos de tu hija, el amor que crea su sonrisa y en su sonrisa son emociones tan intensas que provocan, más bien disparan, los nervios hasta el infinito y más allá. Y uno termina disparando al suelo, donde quería ver la cuna.
Dos meses después, uno sigue igual de feliz o más. Es cierto que un bebé en casa implica cambios importantes en la vida. Ya todo gira en torno a ella. Escribo menos en el Archipiélago, leo menos, duermo menos, pero paso todas las horas que puedo mirándola, jugando con ella, fotografiándola, deslumbrándome.
Supongo que será lo habitual en los padres primerizos.
Además tiene otras ventajas, cuando uno luce su secular cara de gilipollas por la calle y su sonrisa imbécil tiene argumentos de peso. El matón de turno se me queda mirando y me pregunta: "¿De qué te ríes, imbécil?" "Es que hace media hora, Costillina me sonrío". Y le enseño alguna de las cinco mil fotos que llevo en el móvil. Son los peligros de preguntar a un padre primerizo y viejo, como es uno.