jueves, 15 de febrero de 2007

De política y ortografía (metabitácora 3)

Observo que tanto la política como la ortografía (especialmente mis faltas) son dos de los temas que más excitan a los navegantes que amarran en estas islas. Temo esa deriva jiménezlosantista de algunos reclamando mi modesta opinión sobre lo divino y lo humano. ¿Acaso no te gustan los apuntes sobre Tila, amigo Martín? Y me molesta muchísimo las indicaciones sobre mi actividad profesional, principalmente porque esta bitácora nace como afición, muy grata por cierto, en horas de descanso y robando tiempo al sueño o a mi nena, lo cual es suficiente muestra del sacrificio que hago.
Y puesto que lo hago aquí, en mi viejo portátil, que cualquier día cascará, escribiré de lo que quiero, cuando quiero y cómo quiero. Del todo, del todo, no; porque están mis ya famosas faltas de ortografía.
Reconozco sin miedo alguno que me indignaron una serie de comentarios sobre las faltas de ortografía que se cometen en La Voz de Avilés. Me parecieron una falta de respeto a un grupo de profesionales que se deja la piel por su trabajo, que lo hace lo mejor que puede y que, además, se encuentran al margen de esta bitácora salvo la suerte o desgracia de compartir entre cinco y seis horas diarias con quien esto escribe. Por favor, no mezclemos unas cosas con otras. Y más aún con la demagogia porque las faltas de ortografía se pueden rastrear en todos los medios de comunicación escritos: locales, regionales, nacionales, internacionales... Me parecen más grave las manipulaciones o invenciones de historias que, en La Voz de Avilés no se producen.
Desde que empecé con esta bitácora llevo escritas unas 53 entradas. Escribo, paso el corrector, releo, si tengo tiempo, por encima, y doy a publicar. No es el mejor sistema para evitar las faltas, pero en este tiempo sólo se han escapado dos graves, lo suficiente para que la gente las comente. No creo que sea nada escandaloso. Hasta el original de La familia de Pascual Duarte cuenta con faltas ortográficas. Además, existe un votón que pone editar, y, si se escapa una falta, recuperas el texto, escribes botón (espero que os deis cuenta del juego y ésta no entre en la cuenta) y ya está. Es más grave la imbecilidad de algunos, como Corbadín, ya que la genética ejerce demasiada fuerza y no existe botón que la frene.

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